De ironías y posverdades

Vamos a necesitar, siguiendo la saga macondiana, el remedio de Melquíades para combatir esta pandemia de olvido frente a tanta incertidumbre, pero sobre todo de su habilidad para descifrar los lenguajes y tonos con que se construyen los confusos pergaminos propagandísticos en estas latitudes. (Publica El Espectador)

No solo por la proverbial mitomanía de quienes usan la palabra sino por su aura críptica, para entender cuándo lo que dicen es textual y cuándo hacen gala del sarcasmo, para que cada quien asuma según su leal saber y entender.

Como en el caso de António Guterres, el entusiasta secretario general de la ONU, que, en vez de evaluar el proceso de paz, parecía indicar, con aire de procurador, lo que la comunidad internacional espera de manera tangible, tras la ingente inversión monetaria, diplomática y actitudinal, frente al magro 30 % en resultados por culpa de un Gobierno doble faz que vende una versión internacional con fes de errores continuas y construye una realidad doméstica bien distinta.

Necesitaríamos que el viejo gitano otra vez volviera de la muerte para descifrar o desenmascarar al mismo presidente, que montó una narrativa contradictoria y acomodada que amenaza con ser intraducible o ininteligible.

O para entender a De la Calle cuando ironiza diciendo que Duque por fin vio la luz del proceso e ingresó al sí, a pesar de que siga eclipsado en la mitad del socavón a medianoche.

O para entender las indirectas de la senadora Cabal frente al sinuoso método de encuestas de su partido, arguyendo que habría que acudir a lo que dicen sus seguidores, suponiendo que los tenga, quienes se fueron lanza en ristre contra las formas y el resultado.

O para desentrañar el retorcido discurso del mismo Uribe, que inauguró oficialmente la temporada de fake news, exageraciones y posverdad, declarando como inspirador e ideólogo del chavismo a Gustavo Petro. A ese paso, pronto lo será del castrismo y hasta del leninismo.

Ingenio parece haber, pero escasean traductores probos para saber si frente a la oleada de sarcasmos y dobles sentidos debemos emberracarnos o comenzar a celebrar.

El baile de los que sobran

No se atrevieron. Unos, por físico miedo. Haber elegido a María Fernanda Cabal como candidata del autodenominado Centro Democrático era hacer realidad un imposible racional y político. Qué tal que ganara la consulta de la ultraderecha en marzo y llegara con opciones a la Presidencia… Una cosa es jugar con candela…

Otros, por física incredulidad. No es uribista por convicción y se sabe que no es de total preferencia del expresidente. Es antiduquista por conveniencia y exhibicionista de ocasión. De sus propuestas poco se conoce, salvo lo que no le gusta. Sin solidez en sus ideas, solo es radical en sus métodos que pasan por decires sin freno y sin filtro. Efectista por naturaleza. (Publica el Espectador)

Otros, por física estrategia. Esos que dijeron que la apoyaban, pero miraban para otro lado. Los que se repetían que más vale malo conocido que bueno por conocer. Los que han manejado las riendas de lo que Duque dejó como partido y quieren seguirlo haciendo. Los que en el naufragio se agarran a la última tabla a la vista.

Fue un proceso frío y aburrido. Comenzando por la misma Cabal que, sabedora de las lógicas del clic-periodismo dando titulares y diciendo frases polémicas, en la última fase se abstuvo para parecer seria y coherente. Debe estar arrepentida.

Era el baile de los que sobran, pero por otras razones. Un sketch pobre de contenido, que no logró motivar a la frustrada tribuna ni a las repetitivas bodegas, a pesar o a causa de esa rara combinación entre el ridículo y las quejas de mal perdedor que parecen o son del siglo pasado.

Les queda la opción de esa otra guachafita desangelada que está armando el quinteto de alcaldes y funcionarios de derecha, hoy más ocupados en camerinos para maquillar sus verdaderos orígenes que en prender la fiesta.

Esa consulta de marzo no promete. Quizás tenga razón Juan Carlos Echeverry cuando a la hora de explicar por qué se lanzaba a la contienda dijo que veía candidatos muy malos… Y llegaron él y Zuluaga para confirmar la hipótesis…

Entre la mermelada y el fuego amigo

Entre la mermelada y el fuego amigo

Una cosa es haber hecho del descache una actividad profesional, otra muy distinta es estar prendiendo teas en los inflamables escenarios donde se decide la vida institucional del país, como lo viene haciendo el reducto de amigos del presidente Duque o, uno ya no sabe, de las prebendas del poder, por más resquebrajado que esté.

Ternar o hacer que se elijan amigos, condiscípulos o recomendados en instancias decisorias como las “ías” puede parecerles funcional y conveniente a aquellos “copartidarios” que hoy se frotan las manos, pero olvidan que al calendario le quedan 18 hojas para el cambio de tercio, como seguramente sucederá si queda algo de sentido común.

Esos y otros zarpazos, como el de nominar vía decreto presidencial a su propio juez en tutelas sobre erradicación de cultivos y seguridad nacional, a algunos cercanos les pueden parecer otro capítulo del ya extenso libro de “ducadas”, que no les afectan directamente.

Pero el empeño que le puso el Gobierno a la desfigurada e inhumana reforma tributaria y al acatamiento de la orden de promover al hijo de Uribe como precandidato presidencial le pueden costar, como ya está sucediendo, el derrumbe de los pocos apoyos que le quedan tras bambalinas, así en los micrófonos y redes parezcan estar del mismo lado.

Al amago de hecatombe de la tal reforma, enterrada antes de nacer por el desmarque de Vargas Lleras, los partidos de oposición y de César Gaviria con denuncias de mermelada, le sobrevendrán las presiones variopintas de los pocos áulicos a la hora de las aprobaciones en el Congreso y el voto negativo conveniente de partidos y futuros candidatos en pleno año electoral.

Pero lo que no resistiría un envión en la descosida unidad de partidos de gobierno sería la oficialización como aspirante del delfín uribista, no solo porque todos, incluso los que rodean a Duque, saben que el país no resistiría un segundo y magro período en cuerpo ajeno, sino porque entre esos aliados hay quienes no están dispuestos a sacrificar una vez más aspiraciones, egos y carreras. Entre la mermelada y el fuego amigo. Quién lo creyera.

¿Es en serio?

Por Mario Morales

De veras, ¿la visibilidad por los hechos coyunturales con Venezuela y el debate por los protocolos con el Eln son suficientes para erigir al canciller como ministro estrella? y, peor aún, ¿eso ya le da patente para autonominarse como aspirante a la Presidencia? (Publica El Espectador)

Es cierto que las calidades y méritos no son el común denominador de quienes rodean al actual Gobierno, como lo demuestra el pobre balance de ministros y funcionarios de primer nivel, lo que reclama la revisión urgente de logros, pendientes y desaciertos que hacen parecer la actual administración como si estuviera en interinidad; pero de ahí a pensar que, y supongamos que así es, el simple cumplimiento de las tareas lo inviste de liderazgo y calidades para dirigir los destinos del país quiere decir que la vara está demasiado baja.

O ¿va a ser más importante el tonito, la intransigencia y la invocación de la mano dura? Por ese camino de las poses o convicciones altisonantes e inamovibles es que el país produce miedo. No es sino ver la interpretación tergiversada, engañosa o agresiva que están tomando las voces de quienes ocupan cargos de cualquier nivel, o aspiran a hacerlo, como prueba de que conocen y aplican, a ultranza, “la doctrina” y que pueden llegar a ser más papistas que el papa.

Contrasta la disculpa peregrina del canciller, aludiendo que se trataba de una respuesta jocosa, con la responsabilidad política que su aspiración genera desde el cargo donde está, y que fundamenta el proceso preventivo que ya inició la Procuraduría.

Ya estuvo suficiente de actuaciones, declaraciones o publicaciones basadas en ambiciones personales, delirios, insultos o engaños, como el caso de quien está (o estaba) llamado a dirigir el Centro de Memoria Histórica, para después salir con retractaciones a las malas, como si la honra de las personas y la suerte del país se pudieran refundar con el pretendido “borrón y cuenta nueva”.

Es verdad que ese culiprontismo verbal de quienes nombran y quienes son nombrados los está retratando, o delatando, mejor que cualquier perfil. Pero ya son seis meses. En serio…

Que se manifieste

Por Mario Morales

Le ha faltado coherencia  al gobierno Duque en torno a sus acercamientos con el Eln. Una cosa es que haya querido guardar sigilo y confidencialidad en las gestiones de por lo menos cuatro emisarios, y otra que se contradiga y quiera taparlas con mentiras. (Publica el Espectador)

Ese sigilo era comprensible para evitar ruidos innecesarios en las conversaciones preliminares, como para no generar falsas expectativas en la opinión pública.

Era suficiente con que se hubiese desmarcado temporalmente de esas intenciones de dialogar a raíz del inhumano atentado a la Escuela General Santander y el país lo hubiera entendido.

Lo que no puede pasar es que, para generar la idea de firmeza y marcar positivamente en encuestas de percepción, quiera tapar la luz del sol.

Etiquetar negativamente, como se conoce en propaganda política, las gestiones de Angelino Garzón, Everth Bustamante y funcionarios cercanos como Jorge Mario Eastman y Rafael Guarín, si nos atenemos a declaraciones de Pablo Beltrán, genera desconfianza, incredulidad y quita sustento a posteriores intentos tanto en el apoyo popular como de países mediadores.

Como lo piden la Iglesia y diversos sectores, el presidente debe dejar atrás la estrategia lingüístico-política y salirse de denominaciones ambiguas frente a la paz y determinar una agenda con condiciones específicas y delegados responsables alejados de la piromanía verbal del comisionado de Paz. Sobre todo, ahora que el Eln comienza a entender la monumentalidad del error cometido con el atentado terrorista y dice estar dispuesto a renegociar protocolos. Todo ello sin que cese la presión militar del Estado.

El segundo frente que no debe descuidar es el del cumplimiento de los acuerdos con las Farc, que puede degenerar en combustible para las guerrillas marginales.

Y el tercero es desarticular cuanto antes las disidencias, que ya suman 2.700 integrantes, y bandas criminales que se autorrotulan como paramilitares en el Catatumbo, Arauca, Bajo Cauca y el sur del país.

La firmeza está en las decisiones que hay que tomar y en la coherencia con ellas, no en la vocinglería que es efímera e impredecible.

¿No saben?

Sea porque es verdad o por burda estrategia, ya suena más que preocupante la disculpa reiterada del Gobierno de que no sabía.

O los funcionarios son unos acomodados ante el fortuito cambiar de los tiempos, o no tienen idea de dónde están parados.

A través de una técnica al estilo del propagandista y exasesor de Trump Roger Stone, en la que el consejero de Seguridad John Bolton muestra al mundo el casi único apunte en su libreta de mano, nos vinimos a enterar de la idea de traer 5.000 soldados a nuestro suelo, sin que el Gobierno tuviera la menor idea al respecto. Y como para que no quedaran dudas de la amenaza, medida disuasiva o apoyo logístico, dependiendo de quién la mire, también intempestivamente nos enteramos todos de la “visita” de Mark Stammer, quien comanda el Ejército sur, uno de cuyos objetivos es combatir las amenazas. ¿El Gobierno lo invitó o fue notificado?

Tampoco sabía el Ejecutivo (aunque uno no acierta qué creer con los dimes y diretes de cada comunicado a cuál más contradictorio) de las gestiones de Everth Bustamante con los voceros del Eln en Cuba. ¿Tampoco sabía de los acercamientos de Angelino Garzón? ¿Es ignorancia o soberbia de creer que los únicos procesos de paz válidos son los propios?

Con la misma aparente ingenuidad de no tener conocimiento responde el comisionado de Paz, Miguel Ceballos, acerca de los protocolos en caso de desistimiento de los diálogos con los elenos, remata diciendo que se enteró por el debate. Menos mal que, según dicen, es un estudioso y aplicado funcionario (!¡).

Hace dos semanas fue el mismo presidente Duque quien dijo desconocer la existencia de los informes sobre asesinatos de líderes sociales en años anteriores. Tampoco parecían conocer a, por lo menos, cinco funcionarios, que luego han tenido que desnombrar. Y la lista sigue…

Una de dos: o hay una doble agenda que ocultan con pretextos torpes, o realmente no están preparados para tomar las riendas del país. Preguntarlo quizás sea ocioso porque ya sabemos la respuesta.

Suscribir
Twitter
Visit Us
Follow Me
YOUTUBE
LinkedIn
Instagram