Por Mario Morales
No es novedad que no sepamos comportarnos en la celebración, las redes sociales ni en la coyuntura política. Pero a nadie parece interesarle. Especialmente a las autoridades de todo nivel que optan, sin gasto neuronal, por el prohibicionismo y el castigo. El camino fácil… (Publica El Espectador)

Hemos demostrado con toda clase de víctimas y secuelas que no estamos educados para la fiesta, la conversa pública y el disenso ideológico, en lo cual nos comportamos como trogloditas.

Podríamos esgrimir, con algo de razón, que no ha habido educación ciudadana en ninguno de esos tres aspectos, como en casi ninguno que tenga que ver con la esfera pública. Somos analfabetas disfuncionales en el relacionamiento con los demás. Pero la mayor responsabilidad la tiene el Estado, nacional, distrital y local, que ve estas interacciones desde la perspectiva de “orden público”, pero echa por la borda iniciativas privadas, comunitarias y de la academia.

Más que lo que tuiteó la modelo exembajadora de Unicef, mucho más que lo dicho por los periodistas australianos o que lo que señalen en el exterior si la Selección sigue su periplo triunfador, se ve mal, adentro y afuera, que solo podamos tener jolgorio en espacio público con medidas de fuerza, toques de queda, ley seca, restricciones vehiculares y amedrentamiento punitivo.

Concentraciones en parques por iniciativa oficial, campañas disuasivas con apoyo mediático y políticas públicas que privilegien la educación y el imaginario de unión nacional son eventuales soluciones que les suenan endebles a los funcionarios, que prefieren detenciones y sanciones para lavarse las manos y “mostrar” medidas exitosas.

Ahora que se especula con nombramientos en carteras taquilleras, es necesario volver a tener un ministro de Educación, presupuesto decente para la cultura y contenido ciudadano para las TIC. A ver si notamos la diferencia entre los bárbaros que se tiran la fiesta y los que imponen esas medidas…

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