Por Germán Yances

La industria editorial tiene cazada una pelea por la supervivencia con las nuevas tecnologías de la información. Libros e Internet se enfrentan hoy como años atrás se enfrentaron prensa y radio, y prensa, radio y televisión.

En este episodio de grandes transformaciones viene bien dejar en claro que una cosa es el libro y otra la lectura. La sociedad ha sacralizado el libro en gratitud por su papel de siglos en la preservación y difusión del conocimiento y la cultura.

Adoro los libros, los reverencio por lo que son y por lo que significan, por lo que representan y por lo que nos dicen. Me gusta el libro como objeto, por el olor del papel y de la tinta, por el diseño de sus carátulas, por los tipos de fuentes que utilizan. Les tengo tanto cariño a mis libros usados y rayados como, el poeta cartagenero, Luis Carlos López, a sus zapatos viejos.

El amor por el libro me lleva hasta el sentido del tacto. Es incomparable el placer de hojear un libro nuevo y acariciar sus páginas. Tanto me seducen los libros que tengo muchos más de los que alcanzo a leer.

Pero no deja de ser esta una visión romántica. El valor social del libro se deriva de su función como soporte para conservar, transmitir y circular información y conocimiento. Hoy en día, la tecnología ofrece nuevos soportes que facilitan el acceso de las grandes masas a la literatura y otros textos más que el mismo libro. La Internet es la biblioteca más grande jamás imaginada, disponible en los hogares a un clic de distancia del usuario.

Es hora de preguntarse entonces qué es lo que realmente defienden los adalides del libro. No es la información ni el conocimiento que ellos contienen. De ser así estarían defendiendo la lectura. Si la batalla fuera por los contenidos, los modernos medios audiovisuales también están en capacidad de transmitirlos.

La industria editorial defiende el negocio del libro como mercancía, y eso es claro y legítimo. Pero en ese empeño no debería hostilizar las nuevas tecnologías y los soportes que las acompañan.

No sólo se lee en los libros, también se lee en revistas y periódicos, se leen las traducciones en el audiovisual, se lee en la Internet. No importa dónde se lea un ensayo o una novela, o por qué medios acceda el ciudadano al conocimiento, lo importante es que el conocimiento circule, se masifique y que la sociedad se apropie de él.

En fin, la cruzada debe ser por la circulación del conocimiento, la información y la cultura, y cada tiempo tendrá que decidir el soporte en que esa difusión se haga.

Suscribir
Twitter
Visit Us
Follow Me
YOUTUBE
LinkedIn
Instagram