Es para escandalizarse. Quienes creíamos que la democracia y la libertad de prensa eran parte de los sueños cimeros de la humanidad en el nuevo siglo, estábamos bien equivocados.
El fenómeno, como una ola rampante, incluye, quién lo creyera, a Estados Unidos, que en la fábula de occidente aparece como la cuna de los derechos fundamentales. Un estudio de la Universidad de Connecticut revela esta semana que el 43% del público de ese país dice que la prensa tiene demasiada libertad. Además, uno de cada cinco norteamericanos dice que el Gobierno debería permitir los censores en la prensa.
Libertad sacrificada a cambio de seguridades es el leit motif que mueve las pulsaciones estadounidenses. Un cambio que ellos pueden palpar después del atentado contra las torres gemelas.
En el sur del continente sobrevive, en esencia, la preferencia del autoritarismo que tiene su origen en la incapacidad de los estados latinoamericanos para satisfacer demandas sociales.
Lo anterior queda de manifiesto en el informe La Democracia en América Latina – Hacia una Democracia de los Ciudadanos y Ciudadanas realizado en dieciocho países por el un grupo de expertos en una agenda ampliada del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. El resultado es bien diciente, más del 50% de los latinoamericanos prefieren gobiernos autoritarios a regímenes democráticos. Sí, más de la mitad, incluidos colombianos por supuesto.
Mancilladas la fraternidad y la igualdad, como lo demuestran los altos índices de violencia y de concentración de riqueza en pocas manos, quedaba la tea encendida del ideal de libertad como último rescoldo de la revolución humanista que originó tantos sueños.
Quedaba, porque a la mitad de los latinos les preocupa más, y se entiende, las razones estomacales que las cerebrales. Anteponer la seguridad económica y el bienestar social a los viejos ideales es pues un sacrificio vano. A la siga de los valores democráticos nos hemos quedado sin el pan y sin el queso. Que alguien proponga otra utopía.