No sólo de café vive la identidad colombiana. Ya es hora que junto a la denominación de origen de la matica, que adelanta el gobierno colombiano, se apunte a conseguir el reconocimiento a características que hacen de la nuestra una idiosincrasia sin parangón. Porque eso sí, no hay nada tan nuestro como tener contra las cuerdas a los gobernantes de turno, apenas asidos de sus desdichas y distanciados
de su protector bucal.
Nada tan genuinamente colombiano como legislar lo urgente y dejar lo importante para después de la mesada catorce…
Nada tan vernáculo como tomar medidas de castigo intemperantes y en caliente (como esa de la sanción de El Campín como escenario de fútbol) para arrepentirse 24 horas después y luego querer salir indemne del proceso
Nada tan autóctono como guardar las tajadas grandes de los secretos ajenos y luego soltarlas a mordisquitos cuando hay quorum, eco y/ o un periodista varado
Nada tan propio como eso de denostar a rajatabla del que manda o el que gobierna y a renglón seguido resultar diciendo que es mejor malo conocido que bueno por conocer.
Nada tan raizal como eso de sentirnos campeones mundiales las 24 horas previas a la inefable derrota.
Nada que nos identifique más que ese tonito gritón cuando no sabemos como rebatir o el susurro ese almibarado para reconocer no sólo que nos equivocamos sino que lo seguiremos haciendo…
Sí, junto al café, las esmeraldas que una vez tuvimos, el patrimonio material e inmaterial de nuestra nación ha llegado el momento de que alguien pida la denominación de origen de los 45 millones que dicen que somos, no sea que a alguien se le ocurra chiviarnos y resultemos hijos de vecino de algún país centroafricano. Ah y si alguien se atreve, que no olvide reclamar esa impronta que dice que los colombianos somos trabajadores y honestos .pero especialmente que repita eso que creemos a pie
juntilla de que los buenos somos más.

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