Está claro. La mayoría de los colombianos somos disminuidos mentales y en el mejor de los casos tenemos inteligencia débil. Caben en la categoría los editorialistas del New York Times, los representantes de los organismos internacionales que marcaron reservas y en fin todos lo que no entendimos la profundidad severa y el beneficio inefable del proyecto de Justicia y Paz.
Lástima no tener el cociente intelectual de Luis Carlos Restrepo que ya tiene asegurado el puesto de prototipo colombiano a la hora de los paradigmas de al especie humana. Algún día el cerebro del proyecto (aunque proyecto nunca fue, como ahora vinimos a saber, sino un arcano celosamente guardado para iniciados) se bajará de la nube y le explicará al país que no se trataba de la institucionalización de la impunidad para la mafia narcótica, sino el toque de trompeta para los tiempos de adviento que preceden la llegada del Mundo feliz.
Pero así somos. Siempre entendemos mal, como dice el presidente Uribe, cuando no estamos mal informados, y en últimas, de manera invariable, cuando no asentimos, estamos equivocados.
Lo demuestran las diatribas contra la bella genio de Noemí, siempre incomprendida, como ahora en España. Lo prueba la desmesura de quienes lanzaron las alertas por el desmesurado gasto en el Ministerio de Agricultura. Lo confirma el proverbial desubique de los presidentes y cancilleres de los países vecinos cuando se refieren a la situación fronteriza. Lo reafirman las dudas injustificadas de los recelosos de siempre que no alcanzan a entender, que la desaceleración siempre es el paso previo para el arrancón, que el desempleo cae por puro específico, que las remesas disminuyen porque ya casi es navidad, y que las caídas en las encuestas de favorabilidad son la prueba irrefutable de que existen los virus informáticos.
No por nada pero a los cursitos relámpagos del Sena se debían sumar unos cuantos millones de becas escolares para que todos podamos acceder a la nocturna y aprendamos de la sabiduría infinita y del conocimiento supremo de nuestros gobernantes.

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