Publica El Tiempo
Para la Fundación para la Libertad de Prensa y la Sociedad Interamericana de Prensa, la situación en el pais es preocupante.
La salida apresurada del país del periodista Daniel Coronel y su familia hace tres semanas, luego de macabras amenazas contra su hija, y el ataque con una granada a la sede del diario El Informador, en Santa Marta, tres días después, reflejan la crítica situación que viven los periodistas en Colombia.
El panorama es complejo, pues a pesar de que las estadísticas de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), registran un leve descenso en el número total de violaciones a la libertad de prensa en el primer semestre de este año, con respecto al mismo periodo del 2004, esa organización se muestra preocupada por los altos niveles de autocensura que imperan en algunas regiones del país.
«Muchos periodistas se dedicaron a cubrir únicamente a temas frívolos», dijo Carlos Cortés Castillo, director de la Flip.
Esa visión la comparte la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Diana Calderón investigadora en Colombia de la Unidad de Respuesta Rápida de esa organización, afirmó que el descenso en las cifras de violaciones a libertad de prensa se podría explicar en el silencio que los periodistas de las regiones están guardando frente a temas de conflicto o narcotráfico.
Según la Flip, en zonas como Arauca, norte del Valle, oriente de Antioquia y norte de Santander, la mayoría de periodistas guardan silencio sobre hechos de violencia o solo publican noticias escuetas, sin contexto o interpretación.
Un sondeo hecho por el periodista Jorge Cárdenas, de Llano 7 días en Casanare, Meta y Guaviare dejó ver que la mayoría de medios locales o regionales no envían a sus periodistas a regiones alejadas y estos se limitan a reproducir lo que dicen las autoridades.
Los estadísticas de la Flip registran 36 violaciones a la libertad de prensa en lo que va del año, frente a 42 del 2004.
La mayor disminución se registra en el número de agresiones (dos este año, contra nueve del año pasado) a periodistas que cubrían manifestaciones públicas.
Pero mientras en el 2004 no se presentaron asesinatos de periodistas por razones de oficio, este año comenzó con el crimen, en Cúcuta, del reportero radial Julio Hernando Palacios Sánchez, quien se caracterizaba por denunciar las maniobras de políticos corruptos de Norte de Santander.
A Julián Ochoa, director del canal de cable de Andes (Antoquia), también trataron de matarlo en mayo pasado. Ochoa recibió dos tiros en la garganta y tuvo que abandonar la región.
Un fenómeno sin antecedentes en el 2004 fue el de los ataques con explosivos –cinco en el 2005– contra equipos y antenas de transmisión de canales privados de televisión y emisoras en Putumayo y Caquetá.
La violación más frecuente violación a la libertad de prensa siguen siendo las amenazas a periodistas con 22 casos en el 2004 y el mismo número este año.
Las amenazas que tienen como objetivo, silenciar a los periodistas. Así ocurrió en enero pasado con Edwin Alberto Moreno Mojica, de una emisora comunitaria en el municipio de Tame (Arauca).
Moreno Mojica contestó un día una llamada y una voz intimidante lo sentenció: «Cállese o lo callamos».
Pocos días después, el periodista tuvo que silenciar su micrófono y abandonar el departamento.
José Navia
Editor de Reportajes
Lo buscan tipos raros en moto
En desarrollo de una investigación sobre la muerte del periodista Nelson Carvajal, baleado en el 2004 en Pitalito (Huila), Carlos Mora, reportero judicial del diario La Nación, de Nei-va (Huila), citó con nombre propio a un reinsertado de las Farc que aparecía en el expediente y quien incriminaba a ese grupo en el asesinato del periodista.
El desmovilizado amenazó dos veces con matarlo. Luego desapareció. Pero Carlos Mora comenzó a recibir llamadas de un hombre que se identificaba como comandante de la columna Teófilo Forero de las Farc.
Las autoridades le pusieron escolta tras determinar que las llamadas había sido hechas desde algún lugar de Algeciras y Balsillas, zonas de influencia guerrillera. La vida de Carlos Mora, de sus hijos y de su esposa, se transformó:
«No salimos a ninguna parte, mantenemos las ventas y puertas cerradas, no vemos televi-sión en la sala… dos tipos estuvieron averiguando dónde vivía y los vecinos han visto tipos raros en motos», dice Mora.
Cuenta que se despierta sobresaltado a la medianoche y sus hijos han bajado el rendimiento académico. Sus amigos dejaron de frecuentarlo y ninguno quiere estar cerca suyo cuando sale del periódico. «Si las cosas siguen así me tocaría irme del país», dice Mora.