El problema sigue siendo de apellidos. Mientras todas las criaturas que vean la luz del sol en nuestro suelo (sobre todo si nacen boca abajo y de día) no tengan derecho a tener una verdadera identidad y un nombre completo va a ser imposible hablar de equidad y quizás de verdad y un poco de justicia.
Y no hablamos de los 30 niños que cada hora, en promedio, nacen sin ser deseados o registrados por sus padres. O de ese treinta pro ciento de adolescentes desplazadas que ya son madres o están en proceso de serlo. Para eso está, o debiera estar, el Instituto de Bienestar Familiar y los códigos y las normas desde la recordada Ley Cecilia que lleva ya cuatro décadas persiguiendo, o tratando de hacerlo, a los padres irresponsables.
Nos referimos a esas “hechuras”, frutos de de uniones temporales, de alianzas transitorias o de encuentros furtivos, como el proyecto de Ley de Sedición, al que todos le meten mano, o al proyecto de Acuerdo humanitario, que pasará a la historia como el caso de mayor manipulación genética antes del nacimiento, pero de los cuales nadie quiere hacerse cargo, ni siquiera el Ministro Holguín que con semejante descendencia no dejaría dudas de que todavía arrisca y que no se duerme antes de cumplir con su deber.
Como esos huérfanos (los proyectos, aclaramos) y sin saber sus orígenes, andan solos por el mundo las filtraciones en las Fuerzas Militares, la muestra gratis que es hoy el Plan Colombia, el TLC Con Estados Unidos, las encuestas que buscan la segunda reelección de Uribe, y un sin número de paramilitares que, por culpa del hacinamiento y de la falta de tierras, hoy no saben si son hijos o progenitores de esa casta de políticos que hoy jura que aún imberbe se practicó la vasectomía o la ligadura de trompas, dependiendo del lado para el cual estuvo jugando.
Dicen que en pruebas de ADN anda el candidato Peñalosa con unos moños navideños, unos invaluables bolardos y unos defecticos en Transmilenio que alegan ser retoños suyos o de su hermano Guillermo en primer y segundo grado de relleno fluido. Como parte del arreglo, se afirma que la firma Reforestación y Parques se encargará de hacerles el árbol genealógico para salir de dudas. También fue chuzado Pablo Ardila para establecer su parentesco con Cundinamarca, aunque la primera opción la tiene el Africa subsahariana. Quizás allí pueda reconocer a Moreno de Caro o descartar los rumores que apuntan a que son de la misma familia.
Pero no todos corren con la misma suerte, tal y como sucedió con el vástago de la extinta y exconejita Anne Nicole Smith. Todo parece indicar que será un juzgado el que determine cuál de los pretendientes es el padre biológico de esa criatura fenómeno que es el crecimiento económico. Hoy se pelean esa distinción, el ex Min Impuestos Alberto Carrasquilla, la Planificadora Nacional, Carolina Rentería, el capital emergente, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, el actual MinHacienda y hasta el General Montoya, Comandante del ejército que, mediante golpe de opinión, le dio los apellidos de la seguridad democrática a la macroeconomìa del país. Algo similar sucede con la senadora Adriana Gutiérrez y con el Ministro Zuluaga, que por estos días no tienen que preocuparse por solicitudes, vía correo electrónico, de paternidad, así sea putativa, o, en últimas, en calidad de padrinazgo.
No obstante, lo más doloroso, aún por encima de la explosión demográfica, es el curioso fenómeno de padres abandonados, no reconocidos o rechazados entre caciques, senadores, gobernadores, alcaldes y gamonales en diversas regiones del país. Hoy su parentela niega conocerlos. Que se operen. Que si no les alcanza para rebaja de penas, se harán merecedores a los beneficios que prometió sin oposición, la ley 216 de 2007 a los ciudadanos que acudieran a la vasectomía. Del ahogado, el sombrero. A diferencia de esos hijos de tan diversas madres, ya tienen solucionado el problema de los apellidos, sólo les queda el de la herencia.