Por: Javier Darío Restrepo.
Le atribuyen a Jonathan Swift, el padre de Gulliver, la autoría de las secciones de cartas de los lectores, en las revistas que publicó entre 1710 y 1714. Eran cartas que siempre tenían respuesta del director.
Además del reconocimiento y aceptación de la voz del lector, Swift respondía esas cartas en un gesto de elemental cortesía que se sigue destacando como excepcional. Los medios periodísticos aparecen revestidos de un poder y una prepotencia en los que no hay cabida para ese gesto de dialogar con los lectores o de responderles.

La tecnología propicia hoy esas respuestas, al simplificar los trámites y poner en línea directa a directores, reporteros y columnistas con los lectores. Es un hecho que ha puesto en evidencia, entre otros, estos dos fenómenos:

1. Que la relación de un periodista (director, reportero o columnista) con el lector, va más allá de los fríos y calculados tratos de una empresa con sus clientes. Tratarlo como un cliente, no le hace justicia al rango que le corresponde al lector que es: a) Sujeto de la información, a veces como protagonista, casi siempre como parte interesada en los hechos que se relatan o comentan. b) Además es el destinatario de la información: para él se escribe el periódico en su totalidad. c) Pero no solo se escribe para él; el lector, y a través de él la sociedad, son la razón de ser del periodista y del periódico. El lector es el amo a quien se sirve, no hay otro. Un periodista, artesano de las palabras, podría trabajar sin las letras del alfabeto, pero no sin lectores.

2. El otro fenómeno que se pone en evidencia es el del papel moderador del lector cuando aplaude, cuando sugiere o cuando corrige. El suyo es un ojo privilegiado para detectar errores y limitaciones del periodista y de los medios. Si se les oyera más a ellos y menos a la vanidad profesional, la prensa ganaría en calidad.

Sin embargo se dan dos actitudes que impiden una interactividad fluida entre prensa y lectores: la primera es el anacrónico complejo de infalibilidad de la prensa que esconde o minimiza sus errores bajo el pretexto de que, admitirlos, sería minar su credibilidad o darle armas ofensivas a la competencia. Pero la realidad es otra: los lectores saben que la prensa tiene limitaciones y debilidades porque unos y otros aparecen publicados; lo nuevo y ejemplar para ellos es que se reconozcan y se corrijan.

La otra actitud procede de los lectores que oscilan entre dos extremos: el del agresivo que ofende con razón o sin ella, pero no logra hacer ver los errores o las propuestas. Y el que por temor reverencial pide mil disculpas antes de decirle al periodista o al periódico que se equivocaron.

Son dos fenómenos que, leídos cuidadosamente, están en el origen de cambios en la prensa mundial, como la presencia activa de los lectores en las redacciones y la aplicación de la tecnología de Internet para estimular y potenciar la voz de los lectores. Las relaciones prensa-lectores son entendidas, cada vez más, como elemento necesario para el progreso de la prensa.

Nota al pie. – Dos recientes experiencias de este columnista lo han puesto en contacto con lectores que «sin ánimo de polemizar», «con todo respeto», etc., le han hecho caer en la cuenta de errores encontrados en algún bolsillo del Carriel. A ellos y a todos los que abren estos bolsillos, además de una expresión de agradecimiento, les quiero decir que la polémica, como actividad de la inteligencia, ennoblece y no requiere disculpas; que las correcciones siempre son bienvenidas; y que el lector es la razón de ser de medios y de periodistas. Lo intuyó Swift hace tres siglos y estamos en mora de aplicarlo.

Suscribir
Twitter
Visit Us
Follow Me
YOUTUBE
LinkedIn
Instagram