Ha de ser por falta de Lobby, de notoriedad o de conocimiento. Pasada la fase dura de los premios que por esta época curan tantas vanidades en diversas partes del orbe, a nuestro país, así fuese por escasez del triunfalismo de otras épocas, ni siquiera lo mencionaron en las múltiples nominaciones, científicas, políticas y literarias, casi todas ganadas, para variar, por estadounidenses y europeos.

Cada año el gobierno colombiano, así como hizo con El TLC debería nombrarle a los premios internacionales un embajador itinerante que reúna las relaciones de Ivonne Nichols con la eficiencia de Gloria Zea y la capacidad de convocatoria de Tatiana de los Ríos, como lo saben casi todos los centros comerciales del país.

Aquí desde hace años, para poner un ejemplo, tenemos expertos, en la banca y en la bolsa, para la toma de decisiones sociales en situaciones en las que los agentes económicos tienen información privada y la utilizan de forma estratégica. Con ese veredicto, la academia Sueca le acaba de entregar el premio Nobel de Economía a los norteamericanos Hurwicz, Maskin y Myerson. Estaban chiviados. Queda el consuelo eso sí, que nuestros aventajados connacionales ganan más dinero cada mes que el que entrega el banco central de Suecia cada año, y por la misma razón.

Si el premio Nobel de física se lo otorgaron al Francés Fert y al alemán Grunberg por la miniaturización de dispositivos, no se comprende cómo no tuvieron en cuenta a Fabio Echeverry y a Luis Guillermo Giraldo, que han logrado el milagro de reducir todo el presente y el futuro políticos a un diminuto articulito. Son casi los progenitores de lo que en algunos años se conocerá como nanocracia.

Tampoco se entiende cómo llegaron a estar nominados Evo Morales y Hugo Chávez para el Nobel de paz, que pasó a manos, con nueve grandes dudas, de Al Gore, y hayan ignorado, como si fuesen árbitros paraguayos, los esfuerzos y desvelos por tanto kilometraje del Comisionado Luis Carlos Restrepo, que si fueran medidos en gasolina de avión deberían por lo menos generar el mismo sentimiento entre sus compatriotas, que ese mismo combustible produjo en una exdiva televisiva, según lo relata en su libro, los monólogos de la Virginia.

Si hubiera un premio mundial de parasicología, el ganador incuestionable debería ser el asesor presidencial José Obdulio Gaviria, quien de manera profética anunció en la edición del 29 de julio de 2007 en este diario, la llegada del año de la histeria, dos meses antes de que se conociera la carta astral que dio lugar al choque de órbitas y casi de narices, con la Corte Suprema.

Si hubiese justicia seríamos declarados como el país más pluriétnico y más diverso del planeta, como lo acaban de demostrar estudios genéticos, y de paso se acabarían los intentos de ponernos de acuerdo a las malas como si fuéramos los ganadores de un boleto de viaje forzado (en una embarcación con escasa libertad de acción) que a propósito, narra Julio Cortázar en su novela Los Premios, de la cual, tuvimos noticias los colombianos antes de que la pujante industrialización televisiva tuvieran la visión que ahora tiene.

Y claro habría menciones especiales para los periodistas deportivos como los más acomodados, y para los candidatos a la alcaldía de Bogotá como los más raizales y para el presidente Uribe por mantenerse en el top ten de popularidad durante 270 semanas, con reconocimientos tan diversos y merecidos como sus honoris causa en derecho, comunicación, ingeniería y el autocontrol.

Lo ven? Talento es lo que tenemos, así las candidaturas para las elecciones del próximo 28 parezcan decir lo contrario.

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MORALEJA: ¿Dejaría usted la suerte de sus hijos y de su ciudad a un candidato que tiene como símbolo de campaña el uso de zapatos rotos? Y NO estamos hablando de Cartagena. Sintomàtico que sea sea el santo y seña de Peñalosa para identificarse con el pueblo. La que nos espera…

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