Por mariomorales
Tienen razón los abuelos (de moda por estos días a causa de la natilla, los buñuelos y las canciones de Guillermo Buitrago, que todavía tararean) cuando dicen que las cosas ya no las hacen como antes. Algo ha de haber cambiado en el siglo naciente que ya ha cumplido siete años pero no da síntomas de tener uso de razón.

Parecen lejanos los tiempos en los cuales designar el personaje, la noticia o el deportista del año era una labor tan ardua por lo competida, que ya daba puntos a sus ejecutores para ser considerados con opciones en la elección del año siguiente.

Parece que para encontrar hoy un candidato digno de tan altos ministerios y que posea los dones proporcionados a tan excelente grandeza, habría que recurrir a cazarecompensas, a chuzadores profesionales de telecomunicaciones o la carta astral de Mauricio Puerta. Es tan difícil la labor que la revista Time (y eso que no conoce la sequía nacional de héroes de verdad en medio de este invierno interminable) acabó con el encanto (o con el problema) cuando el año pasado decidió entregarle el reconocimiento a los internautas del planeta, es decir a casi todos, y que este año (como si formara parte del Polo Democrático o del Uribismo rumbo al 2010) decidió más bien conformar cincuenta listas con los sucesos del año viejo, como suelen llamar los abuelos al año que se va, desde el mismo lunes de Pascua.

Es tan desesperada la situación en otras latitudes que la Academia Latina de Artes ha designado con tan soberano beneficio a Juan Luis Guerra para toda América Latina, que el Financial Times Business declaró al Alcalde de Medellín, personalidad del año 2007 para el centro y sur del continente, y que los buscadores en Internet posicionaron como los hechos y personajes más destacados al calentamiento global (con y sin Al Gore), a unas estrellitas escandalosas del pesado rock y al mago de Harry Potter, quizás porque es al único al que le han funcionado los referendos y las reelecciones para mantenerse con vida durante siete publicaciones, y si tanta veeduría internacional.

Aquí en nuestro suelo, la estatura de los más visibles (lo que es una contradicción porque escasamente pasan del metro con 65 centímetros) ni siquiera da para que sean elegidos como antipersonajes del año, como lo saben el ministro Arias cuando grita que se niega al despeje, el Ministro Holguín cuando repite con bostezos lo que dice Arias, el ministro Zuluaga cuando no entiende lo que dicen Holguín y Arias juntos, el Ministro Palacio cuando hace caso de lo que escucha de Arias y Holguín, y por supuesto, el Canciller Araujo que todavía no se ha enterado de qué hablan Arias y Holguín, distraído como está en el montaje de una bolsa de empleos y desempleos allende las fronteras.

Pero basta de pesimismo, ajeno a esta época plena de esperanza. Sólo hace falta que algún Raimundo vea en esa debilidad un ángulo de oportunidad para hacer país, como aconsejaban los abuelos, y consiga patrocinio, nombre cinco jurados despistados, designe, digamos, a Hernán Orjuela como presentador, y se dé a la tarea de organizar en Colombia el primer certamen en el que todos, si no están en la cárcel o en la calle, puedan elegir democráticamente a sus héroes, aunque sea con vigencia de doce meses.

No habiendo más, salvo aportes, ahí están a la mano íconos de la talla de Pocholo, el señor de los Milagros del Dane, Ricardo Ciciliano, los monólogos de la Virginia, la persona que funge como acomodador en el Inpec, los encuestadores, el salario mínimo legal vigente, los que pronostican el clima y, por obvias razones, el Comisionado de paz.

Si cualquier cibernauta pudo ser personaje hace un año, con uno de los candidatos propuestos saldríamos del marasmo, mientras reformamos la constitución y nos inventamos otra forma de elección. Hagámosle caso a los abuelos, lo importante es mantener la tradición.

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