Por mariomorales
Fue un año raro éste que termina. Un año loco de comienzo a final.Comenzando por los elementos de la naturaleza, más veleidosos que de costumbre, que nos dejaron este clima antojadizo e imprevisible que se encargó de enlodar todos los pronósticos del Ideam y de paso, las inversiones, de los fabricantes de bronceadores y paraguas, que siguiendo
las previsiones metereológicas, terminaron indistintamente quemados o con el agua al cuello.
De la misma manera, es decir, despiporrados estuvieron los precios del petróleo y sus derivados (incluidas las acciones de Ecopetrol) y elprecio del dólar, cuyo manejo estuvo a al altura de los enigmas que la Esfinge (que traduce, desde entonces, La Estranguladora) le proponía alos egipcios y a los griegos. De ahí el complejo de Edipo que dicen que
tiene el MinHacienda Oscar Iván Zuluaga.
Fuera de control ha estado todo el año (y toda la última década) el cobro de valorización en Catastro Distrital, que fiel a la teoría del caos, ha propuesto el método del ensayo y error. Quizás le alcance el período a
Samuel para la enmienda, antes de que se junten los cobros de reavalúo, tercera fase de Tansmilenio, primera línea del Metro y del programa Bogotá: cuál era la diferencia.
En manos del azar (que no del zar) también parece estar el acuerdo humanitario cuya agenda perdió hace rato Luis Carlos Restrepo, hoy más preocupado por aprender los secretos de la pirinola, la ruleta, la taba y la cara y sello para saber si finalmente va a ser comisionado de paz o de guerra.
En el mismo desbarajuste anda el Departamento Administrativo Nacional del Escepticismo en que terminó convertido el DANE, como se lo dijo la Comisión de Naciones Unidas, para significar entre líneas que una cosa es la fe y otra barajar la estadística.
Caben por supuesto en este desmande la estrategia (prestada del dominó) de nombramientos y desnombramientos del Canciller Araújo y los argumentos contumaces de José Gaviria, como se hace llamar el asesor presidencial, porque el Obdulio lo tiene reservado para el santoral al que aspira a ingresar luego de estos cinco años de ataraxia y estoicismo que aprendió el pobre hombre en el seminario.
Y hay que hacerle un campito en ese desmadre (al mejor estilo de la ruleta) al proceso con los paramilitares de todas las temperaturas,(incluida los Nevados, y hasta la quinta generación); al TLC que ya cuenta más aplazamientos que el encuentro de Uribe con el Samuel Moreno; al fútbol profesional colombiano que un año puede coronar a los equipos de tradición y otro a un palo como La Equidad o Santafé.
Y no hablemos de la carrera presidencial, de las relaciones
internacionales, de la trepada de las tasas de interés, de la creciente inflación, del aumento del desempleo informal, de las conductas arbitrales, de la vivienda de interés social en los estratos 4 y 5, o de los súbitos fallos a favor de los parapolíticos y de los poliparamilitares.
Como se ve la lista es interminable y tediosa, como los balances de fin de año (salvo para los banqueros) pero deja esa extraña sensación de que anduvimos estos doce meses al albur y a la contingencia de los acontecimientos.
Esos síntomas nos dejan frente al dilema de pensar de que o se trata del malestar de la cultura (como lo llamó Freud), o que definitivamente somos raros y que lo nuestro son los juegos de azar como lo demuestran los cuatro billones de pesos que invertimos en 2007 apostándole a la suerte. Y después dicen que no somos optimistas.