Por Rudolph Hommes
Entre los muchos temas discutidos en el festival de ‘El Malpensante’, sus organizadores designaron un espacio para conversar sobre la práctica de lo que llaman «columnística», en el que se discutió cuál es el papel, la responsabilidad y la finalidad de los comentaristas o columnistas.
Como he sido invitado a participar como panelista en ese evento, he tenido que reflexionar sobre estos temas y hacer algunas breves lecturas para orientarme. No obstante, las ideas que discuto a continuación han surgido más de introspección y fruto de consultas casuales a algunos colegas.
En primer lugar, un columnista tiene la obligación de orientar. Cumpliendo con este objetivo, no es preciso presentar distintos puntos de vista, sino uno solo, que es el propio. Para hacerlo tiene la obligación de hacerlo con altura y ojalá con estilo. Necesariamente debe ser veraz y responsable. Debe evitar causar daño conscientemente, ser independiente y no utilizar el espacio y la confianza de los lectores para su propio beneficio o como agente de alguien que se beneficia con la divulgación del material o con los argumentos que defiende el artículo. Tampoco parece legítimo utilizarlos para hacer ataques personales o para promover ‘vendettas’.
Un columnista va a enfrentar situaciones de conflicto de interés. Generalmente, la mejor opción es evitarlas, pero cuando no puede o no desea hacerlo y escribe sobre un tema que puede reportarle beneficios, tiene la responsabilidad de hacerles conocer a los lectores esa situación para que ellos tengan esto en cuenta a la hora de evaluar.
La gente lee artículos de opinión porque desea orientarse. Algunos lo hacen para confirmar sus propios análisis, otros para confrontarlos con las ideas y la visión de alguien que piensa distinto.
En ambos casos, el columnista tiene que estar bien documentado, preferiblemente de fuentes públicas, y estar seguro de que dice todo lo que cree que debe decir; y que si calla algo, hay una buena justificación para hacerlo.
La contribución más importante de un columnista es brindarles a los lectores su interpretación sincera de lo que está pasando, en el entendido de que ellos lo leen porque creen que es conocedor de estos temas, porque confían en su capacidad para ver las cosas de una manera distinta o, en algunos casos, porque el columnista o la columnista tienen acceso a información que no es pública o que es fruto de su investigación.
En Estados Unidos, por ejemplo, un famoso periodista basaba la mayoría de sus escritos en la premisa de que todos los gobiernos dicen mentiras, y se dedicó con mucha diligencia a demostrarlo. La gente lo leía para confrontar las declaraciones oficiales o presentaciones del gobierno sobre asuntos como seguridad nacional, política internacional o temas como la educación pública o la propia sociedad norteamericana.
Para obtener este ascendiente sobre la opinión, este comentarista trabajó siempre en forma independiente, vivía de las suscripciones a su publicación y basaba sus opiniones en información pública verificable.
Si su premisa se extiende más allá del gobierno, no solamente a que los gobiernos mienten y ocultan, sino a que las empresas también lo hacen y emplean frecuentemente a firmas especializadas en comunicaciones para hacerlo más efectivamente, hay un espacio para que los comentaristas y columnistas independientes (que no son socios o empleados de firmas de relaciones públicas) asistan a la opinión pública en conocer la verdad.
Una función adicional que cumple un comentarista es analizar lo que está sucediendo y tratar de adelantarse, identificando tendencias o previendo desarrollos, o en la interpretación de ellos y de políticas o comportamientos privados, políticos u oficiales. La revista norteamericana ‘The Nation’ se ha especializado tradicionalmente en cumplir esa misión y es de consulta obligatoria para otros periodistas.