Por: Mario Morales
Nada le está haciendo más daño a Samuel que la preocupación obsesiva por su imagen. Ese síndrome narcisista ha convertido a Moreno en un “blanco” fácil, porque lo ha paralizado en la contemplación de su ya lejana grandiosidad fruto de la histórica votación que lo llevó a la Alcaldía de Bogotá. (Publica El Espectador).

Su hipersensibilidad a la crítica (no siempre honesta o desinteresada por parte de un sector de los medios, la política y la opinión pública) le ha hecho refundir su propia agenda y perder la iniciativa, pero además lo está llevando a tomar decisiones si no desesperadas cuando menos precipitadas.

La repentina decisión de ampliar el pico y placa para los vehículos particulares con base en una encuesta a 900 personas, no sólo le quita seriedad al decreto, sino que se percibe como un magro pretexto para mostrar acciones de gobernabilidad sin medir sus reales efectos.

En un momento crítico como el actual, la ausencia de estudios serios y profundos que midan el impacto en todos los frentes, más allá de la misma movilidad, tiñe ese decreto con el tinte de la improvisación, la angustia y el contentillo a sectores de opinión.

La medida deja al descubierto la ausencia de imaginación y creatividad en el equipo del Alcalde y recurre al facilismo de culpar y castigar a los ciudadanos que directa o indirectamente saldrán afectados.

Es un decreto aislado que delata la inexistencia de una política integral de movilidad (lo mismo sucede en seguridad) en la que se involucren señalización, semaforización, pavimentación, pedagogía y equidad en el tratamiento con otros sectores “intocables”, como taxis, buses y colectivos.

También contradice la posibilidad de contar con un gobierno dialogante y concertador, con una medida inconsulta y autoritaria que recuerda los peores días de Peñalosa. Para colmo, no salen a la calle a dar la cara, a explicar y sustentar, a debatir y convencer.

Samuel y sus asesores prueban que por estar mirando el espejo de las encuestas sólo salen de su “inmovilidad” para aplicar pañitos de aguas tibias a los graves problemas de la capital. Al fin y al cabo, esa parece ser la temperatura preferida del Alcalde.

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