Por Omar Rincón
El penúltimo beso parecía tenerlo todo para ser un éxito: música que genera identificación, un casting seductor, atractivo visual, significativo referente social, una buena historia de amor, producción espectacular.
Pero… El tema habla en música, tiene sentimiento y genera identificación porque reconoce el alma sentimental que nos habita. La balada romántica es un gran asunto narrativo porque nos cuenta como cultura popular y masiva; nos identifica su ingenuidad sentimental, esa que nos sabemos por herencia, esa que nos permite expresar nuestras frustraciones, ingenuidades y melodramas. Pero que el tema sea popular y sentimental no basta.
El casting está en muy buen tono con un galán seductor como Sebastián Martínez, una bellísima y nueva protagonista como Camila Zárate; todo acompañado del tierno papel de Kathy Sáenz, Cristobal Errázuris y demás estrellas.
La historia es recursiva en definir a los personajes con base en las canciones que gritamos con el corazón en pleno. Se le pone rostro a nuestras emociones musicales llamadas Noelia, Eva María, Gloria, Gordo. Pero no basta con tener la idea y acertar en la selección actoral.
La realización y la producción son exuberantes, cuidada en las imágenes, con ritmo visual, contundencia en arte y atractivas locaciones. Se ve como una gran producción; de esas que había olvidado nuestra industria. Pero no basta con que todo se vea bonito y en estrato 4.
El universo de la historia genera reconocimiento porque cuenta cómo a este país el billete y la voracidad urbanista se lo está llevando por delante; del barrio nada queda, todo desaparece, billete mata tradición. Pero no basta con que haya un universo identificable. Todo es débil porque la historia es confusa en su planteamiento: el héroe se enamora y muere en pesadilla y regresa y nadie entendió (ni en la historia ni los televidentes); el protagonista vive diciendo que viene del futuro y no sabe decir nada más; un gordito habla y habla con el protagonista sobre lo mismo mil veces; otro gordito sale como si fuera un ángel para indicar por dónde debe ir el protagonista. Y de la historia de amor y del encanto, nada. Decían que era comedia, pero tampoco. Por otro lado, unos señores quieren hacer que la gente venda sus casas, pero nunca pasa nada y hablan y hablan y hablan y…
Y para colmo de males ponen canciones sin ninguna relación con la historia; la música no cumple un papel dramático; y ponen mil canciones por capítulo; y para rematar hay videoclips a la lata. Lo mejor son unos cortos chistosos, que encantan por cómo están hechos, pero no sirven para la historia.
Mucho tilín tilín y nada de historia. No pasa nada. Aburre. ¡Lástima!
orincon61@hotmail.com