Por Omar Rincón
Hay casos como el del niño que se enteró por televisión que su hermana había sido muerta por una bala perdida. ¿Qué pasa cuando las tragedias colombianas alcanzan a los televidentes?
Hay casos que no nos podemos imaginar como ciudadanos contemplativos, esos que vemos por televisión los chuzados, los falsos positivos, las masacres paras, las inhumanidades y secuestros guerrilleros, los cinismos narcos.

Erika Diettes, una fotógrafa con arte, analiza en su tesis de grado de la maestría en Antropología de la Universidad de los Andes este fenómeno de cómo las muertes de televisión les pasan a los colombianos de verdad y a los periodistas ni se les ocurre pensar eso. Para ellos, es solo otra muerte más, otra noticia, ojalá una primicia.

¿Podría cubrirse distinto este tipo de muertes? Tal vez no. Hay tantas que cómo hacerlo diferente. Diettes, la artista, analiza el hecho y piensa que sí es posible hacerlo distinto:

1) Poniendo menos énfasis en los modos y formas de la violencia, sobre cómo matan, y más sobre a quién matan, su familia y su dolor.

2) Aumentando empatía con los familiares y con las víctimas, pues siempre se da protagonismo a los violentos.

3) Cambiando la óptica del exceso de cuerpos, muertos, cifras, militares por una decencia de la pausa y la reflexión.

4) Pasando de la lógica del melodrama (exceso sentimental) a la lógica de la tragedia (llamado a la conciencia).

5) Reconstruyendo la experiencia del duelo como constructora de historias, sentimientos y memorias y un asunto vital para poder saber cómo somos como sociedad.

La pregunta sigue siendo ¿Podra representarse de modo distinto desde el periodismo la violencia en Colombia?

La reflexión / constatación de este trabajo que recupera el testimonio y la experiencia de vida ponen en evidencia la fragilidad de la narración mediática para dar cuenta en directo de las realidades de las violencias, sin posibilidad de la pausa y reflexión. Es difícil tener conciencia en directo, parece ser la disculpa mediática.

Diettes dice que es deber del camarógrafo y periodista tener la capacidad de establecer conciencia de lo que se registra e informa, de manera tal que la dignidad y las emociones del espectador no sean vulneradas. Entonces, todo consiste en un asunto de profesionalidad, de oficio, de formación.

Es distinto si el periodista se comporta como un sujeto que cuenta y produce marcos de interpretación, uno que pasa del ojo como el órgano que ve al órgano que llora, dice Diettes.

Tres reflexiones finales: Necesitamos periodistas que cuenten las experiencias, no que sean turistas de las violencias; el exceso de imágenes y registros de muertos, de victimarios y víctimas es otra forma del olvido y de la trivialización; devolverle la fe y significación a las imágenes para que valga por lo menos igual a las palabras.

OMÁR RINCÓN

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