Por: Mario Morales
Mucho más que unas candidaturas o que unas curules está en juego a lo largo de esta semana, que puede ser la del remezón del rumbo político del país. La elección de Santos como candidato del Partido de la U marca la ruptura en los mil pedazos que, pegados con las babas de la politiquería y el clientelismo, dieron lugar al uribismo. (Publica El Espectador)

Pero los efectos reales de esa desbandada se verán pasadas las elecciones legislativas, una vez aprovechados los eventuales beneficios de estar bajo la sombrilla uribista. A partir de entonces, “leales” con su talante, buscarán el sol que más alumbre.

Lo único que sostendría a Santos en medio de la dispersión es la misma credencial que exhibe hasta el momento: el lugar que ocupa en las encuestas. Pero una cosa era la hipótesis de su candidatura que recogía más simpatías que antipatías, y otra la materialización de su aspiración, que ha comenzado a despertar más animadversiones. Sus principales enemigos por ahora, son los aliados que tuvo y que no creen que con él haya continuidad en las políticas ni en su cercanía al poder. Eso explica que estén más preocupados por conseguir puesto para Uribe y de paso para ellos mismos.

El remezón toca también a los conservadores. Elegirán candidato todavía dudando de si es mejor ser cola de león que cabeza de ratón. Pero la tienen fácil. Noemí debe barrer a pesar de su afectación y acomodamiento proverbiales. Yo tampoco votaría por el otro, que representa la indignidad, la falta de decencia y la tontería llevada al extremo.

Me inclino, en la consulta del Partido Verde, por Mockus, convencido de que llegó la hora de reemplazar la fuerza por la razón y la pedagogía, y lamentando que Lucho y Peñalosa no fueran candidatos al Congreso.

Consciente del voto de opinión y del voto útil sigo, para decidir, las propuestas de Germán Navas, Eduardo Noriega, Bruno Díaz, Felipe Zuleta, Angélica Lozano, Iván Cepeda, el profesor Moncayo y Jorge Robledo.

Candidatos serios para las corporaciones hay, y opciones dignas también, para saber hasta qué punto la hecatombe desplazó el péndulo político o si vamos a tener más de lo mismo. Lo social o la guerra estúpida e interminable. He ahí el dilema.

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