Por: Mario Morales
¿Quién dijo que esta era un campaña baladí? Los escabrosos sucesos de la semana pasada han confrontado al país con la más importante de sus decisiones: el talante y la entraña del gobierno que quiere tener, ni más ni menos. El punto de quiebre parece ser el de la seguridad en sus múltiples versiones, según necesidades. Un sector quiere mantener a como dé lugar la seguridad democrática (exacerbada vía Farc o Chávez). (Publica El Espectador)
Sus rasgos, descritos por Orwell en 1984 son la guerra es la paz y la ignorancia es la fuerza. Sus métodos no terminan de escandalizar, como lo registró el magistral editorial de Juan Gossaín, y que son el sello de estos ocho años: chuzadas, espionaje, desprestigio, presión y sabotaje (eufemismo de terrorismo de Estado) para hacer el “debate” a oposición, cortes y periodistas. La defensa corre a cargo de la senilidad con caspa de plinios y joseobdulios que hacen méritos para el ministerio de la “verdad” y departamento de la ficción, en términos del mismo Orwell.
A su lado crece la propuesta de seguridad burocrática, como la llama Rafael Pardo, que seduce a quienes no tienen hígado para mantener la cuota y a los que les da lo mismo Santos que Noemí.
Florece también la seguridad económica sobre la base de licitaciones indebidas en plena campaña, como la del tercer canal en la intención de arrodillar a medios interesados.
Nutre a las anteriores el chantaje de la seguridad básica (vía Sisbén y Familias en Acción). Ese temor hace que Santos triplique a Mockus en estratos 1 y 2, según encuestas.
Cuenta la seguridad jurídica de quienes tienen rabo de paja y confunden favorabilidad con impunidad.
A todas ellas se opone la legalidad democrática, que tiene el componente de seguridad ciudadana, con los resultados de respeto por la vida que conoció Bogotá, pero que va más allá en la apuesta por el restablecimiento del imperio de la ley, con todas sus implicaciones éticas y pedagógicas.
La impresionante aceptación de Mockus, vencida la espiral del silencio, o miedo a la dictadura de la mayoría del pasado reciente, salta el cerco minimalista y tramposo acerca de la seguridad, para preguntar en manos de qué clase de persona y de gobierno dejaría cada colombiano a su país y a los suyos.