Por: Mario Morales
Por ahora la batalla entre propaganda, comunicación política e información la gana la primera con efectos lamentables ya traducidos en hechos como el atentado a Londoño o el presunto intento al expresidente Uribe en Buenos Aires. (Publica El Espectador)

Y todos tenemos responsabilidad. Primero ellos, los que vociferan en los medios, las redes sociales y en cuanto evento se atraviesa. Luego los medios, que pecando de excesivo “cubrimiento” terminaron por servir de caja de resonancia, y luego los ciudadanos que, por acción u omisión, permitimos, cuando no aplaudimos, que la arena política se convirtiera en una suerte de circo romano.

Si algo agradeció el país a Santos fue la distensión verbal en sus relaciones políticas. Parte de su prestigio se construyó con su imagen de componedor para deshacer los entuertos que nos legó su predecesor.

Pero se dejó llevar de la propaganda insultante de sus adversarios y terminó igualándose en epítetos e indirectas (descalificadoras como esa de “tiburones”, utilizada ayer) que parecen más motivados por orgullo que por un proyecto político. Cae en la trampa de la confrontación, sello y oxígeno de Uribe, aupada en la espectacularización de los medios, futurólogos y comentaristas interesados, que hicieron cuenta regresiva y empujaron, a su manera, a la ruptura pública de los dos políticos. No todo lo que dice o hace Uribe es noticia, a menos que le hagamos juego al inflamil para llenar cuartillas o espacios.

Vale la pena preguntarse si el lenguaje polarizante puede provocar acciones violentas. En coyunturas como la nuestra, un epíteto puede ser incendiario. Por eso se entiende la conveniencia de mantener en privado temas como acercamientos con grupos ilegales.

Pero sobre todo hay que recordar que genocidios y violencias no sólo se pueden evitar sino que hacerlo es una tarea prioritaria, que involucra a toda la sociedad, como lo documenta el USHMM (United States Holocaust Memorial Museum), en una interesante estrategia que comienza por el adecuado uso de la palabra.

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