Por: Mario Morales
Estaba libreteado. Había un mundo peor que el de la Comisión Nacional de TV, ese del clientelismo y el despilfarro. Y lo estamos viviendo.
(Publica El Espectador)
La inoperancia de la Autoridad Nacional de TV no sólo congeló la TV abierta y especialmente la pública, sino que deja cada día pérdida neta ante el avance arrasador de la que llega por cable, suscripción e internet. Terreno irrecuperable.
Y era previsible porque el modelo de ente regulador de la TV que se “ideó” este gobierno con una ley esperpéntica es reflejo de su esencia ambigua, de “contentillo” y quedar bien con todos.
Pensado como apéndice del Ejecutivo, con puestos para delegados del presidente, el Mintic y las administraciones regionales, lo que nadie sospechaba es que algunos comisionados, incluso nombrados tardíamente, plantearan su independencia del Mintic.
Como no había manejo de partidas ni puestos para recomendados, la labor de comisionados no llamó la atención hasta que se rebelaron pidiendo algo de autonomía presupuestal, e incluso, de manera inviable, frente al mismo ministerio.
El resultado: ese órgano inerte, sin vida, sin dientes, sin presente y sin futuro. Y los temas claves del sector, como dijo ayer el excomisionado Eduardo Noriega, durmiendo el sueño de los justos. Comenzando por el de la televisión pública misma, que aunque abandonada envía un mensaje de dignidad con sus cinco premios India Catalina. Ganó allí donde participó.
Del tercer canal ni hablemos. La televisión digital terrestre fue una quimera; aunque con esa pobreza de contenidos, que a nadie le importan, con la definición estándar es suficiente. Y las licitaciones, a esperar a que llegue el momento de improvisar, que es cuando se puede entregar a dedo.
Más grave aún, ya hay cotilleos en el Legislativo que, vía reforma, hacen prever un remake, con giro al pasado politiquero y clientelista. En vivo y en directo: el peor de los mundos.