POR: Cecilia Ballesteros – APM
La mayor revolución en la prensa escrita de los últimos años no se ha producido por un profundo cambio tecnológico, sino por la aplicación de una idea tan simple como eficaz: regalar un periódico gratuito en el metro, que pueda leerse medio dormido en los 20 minutos que se tarda en llegar a la oficina.
Sus fundadores fueron los periodistas suecos Pelle Anderson y Robert Braunerhielm y la editora Monica Lindstedt y distribuyeron el primer ejemplar de Metro en la red de transportes públicos de Estocolmo en febrero de 1995.
Llevaban años preparando esta salida. En 1997, lanzaron su primer periódico fuera de Suecia, en Praga, y también triunfaron en la capital checa. Ahora, junto a la empresa noruega Schibsted, que edita 20 Minutos, nacido en Zúrich en diciembre de 1999, se han convertido en gigantescas multinacionales con decenas de cabeceras en todo el mundo y, también, en el mayor desafío al que se enfrenta la prensa tradicional en todo el planeta.
Los diarios que pertenecen a los grupos Metro o 20 Minutos, así como el resto de los gratuitos que están inundando los transportes públicos de las ciudades de los cinco continentes, están cortados con el mismo patrón: son periódicos en formato tabloide, con pocas páginas –entre 24 y 40–, mucha publicidad, su único medio de financiación –a veces hasta un 50% de su superficie impresa–, que ofrecen noticias cortas y de fácil lectura, con mínima opinión política –mejor si no hay ninguna: “No somos un periódico ideológico o político