¿Qué hay detrás del renacer de las revistas culturales?

El miniboom de estas publicaciones sobresale cuando intentamos un balance de los últimos años en el contexto cultural.

Un tímido reverdecer de las revistas en papel, de ese mismo tipo de proyectos que fueron sepultados por la crisis de finales los noventa verdadero cementerio de revistas culturales. El espectro es amplio, son muy variadas temáticamente, con orígenes distintos y con perspectivas muy disímiles.

Publica El Tiempo

Dentro de este miniboom encontramos revistas de arte: Arteria, tabloide gratuito trimestral con bastante información documentada sobre la movida plástica en Bogotá; Arte para fanáticos, más sofisticada, bien impresa, aunque algo austera en los textos, contiene información que rompe un poco con la uniformidad de los comentarios del paisaje artístico. De artes escénicas como Teatros, al fin una revista seria de teatro en Bogotá que registre los momentos fuertes de nuestra desigual dramaturgia. Revistas de libros como Pie de página que, pese a su periodicidad variable, es un verdadero book reader colombiano cargado además de escritura joven -no los mismos con las mismas o Semana Libros, el más serio ejercicio de registro editorial en Colombia. Los editores estábamos ansiosos por encontrar más lugares confortables para nuestros libros.

Pero no solo nacen proyectos en la calle de la independencia. Uno de los más interesantes del 2005 amparado en la sombrilla de Semana fue Arcadia. Lo fue porque nació con ambiciones grandes: construir un espacio mensual de periodismo cultural de investigación, debate y reflexión sin la rigidez de los formatos clásicos culturales en Colombia. El asunto parece ser develar lo que hay detrás de las noticias de las páginas culturales de diarios y revistas nacionales. Porque en lo cultural hay letra pequeña, hay sustancia y hay, por supuesto, intriga.

¿Sobrevivirán estos proyectos? ¿Podrán repartirse la escasa torta publicitaria que suele acompañarlos? Desafortunadamente parece poco probable, por lo menos en lo que se refiere a proyectos independientes. Tenemos que repasar lo que sucedió en radio en el 2005 para entender de una vez por todas que sin estímulos, una cierta creatividad financiera y un mecenazgo mínimo las revistas independientes son empresas suicidas en Colombia.

Tres revistas de gran continuidad lo confirman: El Malpensante, que cumple diez años en 2006; Número, que llega a su entrega 50 y Kinetoscopio, revista antioqueña de cine que cumplió quince años en 2005. Tres revistas que, por su permanencia, son parte del patrimonio cultural colombiano que no solo esta hecho de sancochos, iglesias y currulaos. Pese a ser independientes (¿sinónimo de lo efímero?) han sobrevivido a cualquier recesión, crisis mística editorial o saboteo posible. La primera podría estar convirtiéndose en lo que Camus llamó, a propósito de la revista francesa Esprit, la conciencia crítica de la sociedad. Lo es porque ha trascendido ese estrecho margen de lo que se concibe como cultural en Colombia. El Malpensante es una revista de sociedad que se camufla hablando de literatura y artes. Es en ese sentido una suerte de New Yorker. Una revista que desde la cultura desconfía decididamente del régimen de las ideas que imperan en Colombia, no puede ser sino atractiva. Con dos alicientes: está ferozmente bien escrita y algo muy excepcional en un medio a veces excesivamente serio: le gusta la ironía. Kinetoscopio es, pese a los mil problemas de distribución, la custodia crítica cinematográfica.

Brasil tiene casi una decena de revistas de cine; Argentina seis. Colombia escasamente una, tal vez dos. De ahí que su supervivencia sea vital en un medio de escasa cultura cinematográfica y, digámoslo sin remilgos, en el pobre interés por la escritura crítica. Por último esta la revista Número, propuesta juiciosa que aunque ha venido perdiendo brío y creatividad de sus inicios, sobrevive como el escenario de un grupo de ensayistas de calidad liderados por el siempre exitoso William Ospina.

Número, Kinetoscopio y El Malpensante son verdaderos héroes de guerra. Merecerían más de una condecoración por su capacidad de aguante. Han dependido exclusivamente de ellas para sacar cada nueva entrega. Para ello debieron crear estrategias asombrosas. Convenciendo pautantes y publicistas para que crean en la especificidad y capacidad adquisitiva de sus públicos. Rompiendo con la escasa cultura de la suscripción que reina en Colombia y por último buscando puntos de venta distintos a las escasas librerías y los casi inexistentes quioscos de revistas citadinos.

Todos estos proyectos, nuevos o ya conocidos, consolidados o frágiles son indispensables para la buena salud de la órbita cultural. Se inscriben en esa suerte de resistencia (aunque la palabra esté manida) en la que militan algunos lectores: los que quieren más análisis, más reflexión y más información cuando se trata de cultura. A su vez estas revistas son trincheras que se oponen a la banalidad de la información cultural televisiva y al conservadurismo. Son lo que el ex ministro de cultura francés Lang llamó alguna vez, a propósito de las cientos de revistas culturales que circulan en Francia, la epidermis delgada de la cultura. Epidermis frágil, cierto, pero piel al fin y al cabo, que nos permite sobrevivir al horror del agujero de ozono que se abre día a día en Colombia.

Por Nicolás Morales Thomas
Editor del ICANH

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