Se equivocó el primer mandatario en su dura e injusta arremetida contra la revista SEMANA y su director Alejandro Santos. Calificar a esa publicación y al periodista de «irresponsables, graciosos, frívolos» y que «han faltado a la verdad» es un lamentable error del presidente Uribe. Porque a todos los colombianos nos consta que a lo largo de los años esa revista y su director han hecho un periodismo serio, profundo, objetivo e independiente.
Desafortunadamente en este caso se evidencia una vez más la mala costumbre – que viene de la antigua Grecia- de echarle la culpa de las malas noticias a los mensajeros. Cuando lo cierto es que cosas muy graves han sucedido en el Das, Finagro, Incoder y la Superintendencia de Vigilancia. Los medios de comunicación obviamente no somos los jueces de dichos casos pero sí tenemos la obligación de publicar, de manera muy profesional, las denuncias que al respecto se hagan.
Descalificar a la prensa escrita en general y acusarla de estar minando la legitimidad de las instituciones es otra grave equivocación del presidente Uribe. Lo que en realidad perjudica a la legitimidad del Estado son los manejos irregulares y los abusos de quienes dirigen sus entidades.Y es absurda, sin fundamento alguno, la acusación que el primer mandatario le hace a periodistas de Bogotá por una supuesta animadversión contra su gobierno y contra gente de lugares distintos a la Capital de la República.
El presidente Uribe por supuesto tiene todo el derecho a criticar a quien le parezca. Pero debe hacerlo con buenos argumentos y en un tono que esté a la altura de su investidura. Y en vez de estar despotricando contra algunos medios y periodistas, debería concentrar toda su energía en hacer claridad total y tomar las medidas del caso frente a los turbios episodios ocurridos en entidades oficiales – hechos que han originado las malas noticias.