Mónica María Viada *

El propósito de esta comunicación es muy simple: compartir algunas reflexiones personales e incentivar al debate sobre el rol del periodismo de opinión en la prensa en este momento particular de la historia atravesado por lo urgente y lo inmediato y cuyo fetiche es Internet. En otras palabras: sin desconocer el vertiginoso desarrollo del periodismo digital y todas sus variantes, pretendemos recordar que también hay vida más allá de Internet.

Hagamos un ejercicio. Tomemos el diario de hoy (y si es el del domingo, mejor) y observemos la cantidad de artículos de opinión que aparecen: columnas de especialistas que acompañan las noticias más importantes de cada sección, opiniones de especialistas, análisis que ayudan a comprender y a tomar los hechos en perspectiva, tribunas de debate sobre diferentes enfoques de un mismo acontecimiento o idea, columnas de color de plumas prestigiosas (podríamos llamarlas «de placer» por el goce que provoca su lectura) y, por supuesto, los clásicos editoriales. Esta proliferación de artículos era impensada hace poco más de una década.

Segunda tarea. Vayamos a las librerías más importantes de comunicación y busquemos material sobre el periodismo de opinión. Lo ideal sería esperar la respuesta de ustedes, pero ante esta imposibilidad físico-temporal, nos adelantamos: prácticamente no hay nada nuevo, máxime si comparamos con la cantidad de títulos sobre otros aspectos (¿de moda?) de la comunicación como medios audiovisuales, nuevas tecnologías y marketing, por citar sólo algunos.

Tercer ejercicio: Pensemos: ¿Qué lugar ocupa el periodismo de opinión en la currícula de nuestras Escuelas y Facultades de Periodismo o Comunicación?

Y, ya que estamos, una tareíta más de yapa:1 consultemos los manuales de estilo de los periódicos y observemos qué rol le asignan a los géneros opinativos. Al menos en los dos publicados en Argentina, y que se corresponden con los diarios más importantes del país -Clarín y La Nación- la respuesta es: casi marginal.

Volveremos sobre cada uno de estos puntos en el desarrollo del artículo. Por ahora, nuestra primera conclusión es una gran paradoja:

Si visualizamos en las páginas de los periódicos una revalorizacióm de los distintos géneros de opinión porque cada vez son más en cantidad y variedad los artículos publicados de este tipo, ¿por qué prácticamente no existe el periodismo de opinión en la agenda de debate de los propios periodistas? ¿Por qué está casi ausente de la reflexión teórica? ¿Acaso nada ha cambiado a lo largo de la historia que merezca una revisión, una actualización? ¿Por qué está incluso desvalorizado en la propia enseñanza de los futuros profesionales?

Esta es la piedra que lanzamos para iniciar el debate.

Primera paradoja: Televisación vs. profundización en la prensa

Si dejamos de lado las piezas informativas pre-imprenta (llámense avvisi, gazzettas, zeitungen, corantos) y consideramos a la historia del periodismo a partir de sus posibilidades de difusión masiva a través de la imprenta, podemos decir que, en sus inicios, el periodismo fue sinónimo de opinión o, más precisamente, de periodismo ideológico. Según el autor que adoptemos, el origen del periodismo, y por ende de los primeros periódicos, se sitúa en el siglo XVII (De Gregorio) o XVIII (Vargas).

José Luis Martínez Albertos (1983) divide a la historia del periodismo en tres grandes etapas: periodismo ideológico, informativo y de explicación o interpretativo. Respecto del ideológico, lo ubican hasta fines de la Primera Guerra Mundial y lo caracterizan como moralizador, proselitista, al servicio de ideas políticas o religiosas. Se corresponde, genéricamente, con el comment inglés. En esta etapa, el periódico es unipersonal, «unipágina», opinión personal del propietario-editor-periodista. En un principio, periódico es sinónimo de opinión.

En Francia, el establecimiento de la libertad de prensa en 1788, aunque sea en forma parcial, motiva la aparición de una cantidad importante de publicaciones de distinta índole. Durante todo este periodo la prensa se caracteriza por la difusión de ideas y la expresión de opiniones antes que de informaciones. Política y literatura son las fuentes del periodismo y son escritores los primeros periodistas. La Ilustración y las revoluciones francesa y americana son el caldo de cultivo que hacen fermentar las plumas prodigiosas en ambos lados del Atlántico.

Para Casasús (1991), la escasa cantidad de noticias en los siglos XVII y XVIII es lo que potencia el desarrollo del periodismo de ideas. Los desarrollos tecnológicos (telégrafo, agencias, rotativa, linotipia, fotografía, ferrocarril) contribuyen luego, según este autor, a la hegemonía del periodismo informativo y el cambio de los modelos de los relatos.

El surgimiento del periodismo informativo tiene dos hipótesis: como demanda del mercado, o como salida a las «asfixiantes medidas de control encaradas por el poder político» (Casasús, 1991:28). Una tercer vertiente es la que sostiene que el desarrollo del periodismo informativo está vinculado con la evolución natural de la actividad que procura un mejoramiento de la calidad a través de la «objetividad» periodística y que, de esta manera, satisface a un público más masivo.

Por cuestiones de mercado surge el paradigma del «periodismo informativo» cuya premisa es despojar a los textos periodísticos de toda visión personal. No obstante, el diario se reserva un espacio propio: la página editorial o de opinión. Es en este momento de la historia cuando se produce la separación que perdura hasta nuestros días entre facts (hechos) y comments (comentarios).

La división entre información y opinión es tan tajante que hasta físicamente el diario se parcela en páginas dedicadas a la información y páginas exclusivas para la opinión (página editorial). Esta separación física (y conceptual) se mantiene hasta la actualidad, pero es más una ilusión que una realidad porque hace ya varios años que ambos componentes aparecen diseminados en todo el periódico, en una misma sección y hasta en la construcción de la noticia misma. No obstante, la bibliografía y muchos docentes siguen enseñando en base a un modelo de periódico que no existe más. Este es uno de los aspectos que, consideramos, es impostergable revisar en la teoría.

Avanzando en el tiempo, la competencia de la radio y la televisión obligan a la prensa a reposicionarse en el mercado. Los hechos son difundidos casi instantáneamente por los medios electrónicos y entonces llegan tarde a través del diario, que debe ofrecer un plus para conservar sus lectores. Se incorporan así explicaciones sobre los hechos, elementos de contexto, análisis e interpretación. Es lo que se denomina periodismo de explicación, en profundidad o interpretativo.

A partir de la aparición del diario norteamericano USA Today, en la década del 80, los medios gráficos viran paulatinamente hacia lo que se denomina «televisación» o «arrevistamiento», es decir, una aproximación a los formatos y lenguajes de estos soportes: notas cada vez más cortas, más color, abundante utilización de recursos gráficos (desde mayor cantidad de fotos y más grandes hasta infografías cada vez más desarrolladas). Pero, paralelamente, el periodismo de opinión recupera en forma progresiva el lugar que le había arrebatado el paradigma del periodismo informativo. Es decir, frente a la noticia rápida, corta, fragmentada, la necesaria explicación, el análisis pormenorizado, el juicio de especialistas, notas extensas y densas, análisis de la noticia, columnas especializadas, tribunas de debate y hasta suplementos completos dedicados a la opinión, tanto de periodistas del medio como de diarios de otras latitudes (por convenio entre periódicos) y hasta de especialistas o referentes de distintas disciplinas como las artes, la política, la economía o la sociología, por mencionar sólo algunas.

Esta vuelta a la opinión –vale aclarar– es diferente de la plasmada en los primeros periódicos porque ya no es utilizada como medio de propaganda personal. Sí, en cambio, mantiene la función de orientar, formar o reforzar corrientes de opinión pública.

Podemos discutir si este fenómeno tiene que ver más con el periodismo de interpretación o de opinión, pero sería como el perro que quiere morderse la cola porque ¿cuál es la frontera entre uno y otro? Cuando el periodista escoge qué datos de contexto incluir, qué antecedentes, desde qué perspectiva analizar los hechos, ¿acaso no lo hace desde una visión del mundo –propia y de la empresa periodística– que tiñe su trabajo? No existe un «interpretómetro» ni un «opinómetro» que nos permitan cuantificar la dosis de información, interpretación y opinión de un texto periodístico y ubicarlo dentro de una u otra categoría. No existen indicadores exactos que nos permitan decir: hasta aquí, información; a partir de aquí, opinión. En la práctica no hay ni información pura ni opinión pura; en todo texto es posible encontrar vestigios de una u otra forma. Lo que define su encuadramiento es la finalidad, porque de acuerdo al propósito del periodista son los recursos escogidos y las huellas que podemos descubrir en el enunciado.

En palabras de Bastenier (2001: 92),

los géneros, de nuevo con la excepción de la información seca, sólo se hallan en estado puro, como las ideas en la cueva platónica, en los planteamientos de dique seco propios de una Escuela de Periodismo.

Segunda paradoja: Instantaneidad vs. ralentización2

Las nuevas rutinas productivas y soportes periodísticos -llámese diarios especialmente editados para Internet y actualizaciones permanentes de las versiones on line de los periódicos- obligan a un tratamiento breve, conciso, hiperactual. Los periodistas son cada vez menos «de calle» y más «de escritorio». Llenan páginas «refritando» cables de agencias, con rápidas entrevistas telefónicas, cubriendo acontecimientos programados y llenando los espacios vacíos con material de Internet. Es lo que se denomina «agenda obligada» y que, con más o menos diferencias, difunde la mayoría de los medios. Las fuentes habituales, reconocidas y aceptadas son las que, en gran medida, contribuyen a crear la pauta diaria. En palabras de Gomis:

No es el medio quien persigue las noticias, sino las noticias las que asedian al medio. El periodista no es esencialmente el hombre que busca las noticias, sino el que las selecciona (Gomis,1991:76).

Ante este panorama, nuevamente aparece como necesaria la pausa de reflexión que ofrece el periodismo de opinión, principalmente en soporte papel. Frente a la agenda obligada, los temas desarrollados en los distintos géneros opinativos forman parte de la «agenda propia» del medio.

En realidad, son las dos caras de una moneda. La competencia entre medios y exige que las noticias se difundan en el mismo instante en que se producen. Los periódicos en sus versiones on line incluyen, en primer lugar en sus portadas virtuales, las de último momento. Es tal el valor de la variable «tiempo» que las informaciones aparecen con hora y minutos de emisión; incluso ofrecen servicios de «noticias urgentes» por correo electrónico. Obviamente que esta rutina de lo «urgente» impide tomar distancia de los hechos, ponerlos en contexto, relacionarlos con otros, hacer lecturas de sus implicancias y significaciones. De allí que la reflexión y el análisis se impongan como una necesidad. Necesidad que aprovechan los medios impresos. Dicho en otras palabras: los diarios convirtieron una debilidad (el «atraso» hasta en casi 24 horas en informar determinados sucesos frente a la instantaneidad de la radio, la televisión e internet) en una fortaleza: explicar esos hechos, hacerlos comprensibles al público, agregar valor a la noticia escueta, despojada.

Por supuesto que los géneros opinativos no son prescindentes de la variable tiempo, pero tampoco se manejan como antaño cuando, por ejemplo, los editorialistas dejaban pasar varios días antes de escribir para sondear el impacto de una noticia en la opinión pública.

Quienes más licencia suelen tomarse en este sentido son los comentaristas o analistas que, por la naturaleza de su trabajo, realizan panoramas semanales relacionando distintos acontecimientos y otorgándoles un sentido que individualmente no tienen o, por lo menos, no es fácil descubrir.

En el caso de la columna caben las dos opciones: cuando acompañan la noticia, la emergencia es en el día; cuando prescinden de ella (como en el caso de los grandes periodistas y/o escritores, la actualidad puede desaparecer.

Tercera paradoja: ¿Para qué enseñar opinión si pocos serán los que puedan opinar en un diario?

Con el riesgo que implican las generalizaciones, y con las excepciones que confirman la regla, nos animamos a decir que se ha tendido a desvalorizar la enseñanza del periodismo de opinión en las Escuelas y Facultades. El propio Alex Grijelmo3 (1998) reconoce que no le interesa formar a sus alumnos en la redacción de editoriales, por ejemplo.

Personalmente nunca he considerado muy útiles para los alumnos las clases y tratados sobre los editoriales de periódicos y revistas. Por una razón puramente práctica: desde que los estudiantes de Periodismo acaben la carrera hasta que tengan la oportunidad de escribir un editorial habrán pasado tantos años que seguramente para entonces se les habrá olvidado lo que aprendieron; y además si el director de un periódico les dio la oportunidad de escribir un editorial habrá sido porque, habiendo olvidado lo que aprendieron, lo pueden aplicar por mera intuición, profesionalidad y experiencia (Grijelmo, 1998: 121).

No compartimos esta perspectiva por varias razones.

En primer lugar, no todos los contenidos que los alumnos aprenden en la carrera de Periodismo o Comunicación tienen luego la posibilidad de ser aplicados en forma concreta, pero no por ello dejan de ser útiles para su formación integral. Al menos la idea que tenemos en la Escuela de Ciencias de la Información de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) es la de formar comunicadores pensantes, críticos, que sepan enfrentar y solucionar distintos problemas comunicacionales y no lanzar al mercado simples técnicos en redacción o máquinas de escribir humanas.

En segundo término, de todas las formas periodísticas, la opinión es donde mejor se puede apreciar la estructura argumentativa de un discurso. Y en un mundo con tanta charlatanería hueca y tantos sofistas con acceso a los medios, es importante que los alumnos reconozcan esas estrategias y sepan producir textos argumentativos, sólidamente fundamentados, que sean capaces de elaborar una opinión propia y puedan dar cuenta de ella, por más que la inmensa mayoría no termine siendo el editorialista de un gran periódico.

Por último, no todos los egresados de nuestras carreras van a tener la posibilidad de trabajar en un gran medio, ni como editorialistas ni como cronistas volantes o periodistas free lance; por el contrario, sólo una elite tendrá ese privilegio. Pero, como contrapartida, existe un sinnúmero de publicaciones de mayor o menor envergadura: periódicos y revistas sectoriales (barriales, comerciales, culturales, etc.) y medios en muchas ciudades y pueblos del interior en los que cualquier comunicador puede desplegar sus herramientas y volcar lo aprendido, incluso los géneros opinativos.

Conclusiones

Por todo lo expuesto, consideramos importante incorporar al periodismo de opinión en la agenda de debate de los profesionales y estudiosos de la comunicación. Y si alguien todavía no está convencido de ello pensemos simplemente que muchos periódicos son reconocidos y apreciados a veces más por su sección de opinión, por sus columnistas y comentaristas, que por su cobertura informativa. Al menos así lo consideran los hacedores de prensa diaria cuando caracterizan a estas páginas como de referencia, confiables, orientadoras, con influencia y prestigio.

Al respecto, queremos rescatar dos conceptos sobre el rol de la prensa y que corresponden a un periodista y una editora, respectivamente:

Dice Carlos Jornet, director periodístico de La Voz del Interior:4

El fuerte que tiene la prensa gráfica es poder reflexionar con mayor tiempo. Hay una comunicación entre el lector y el texto que no se da entre la pantalla y el televidente o entre el parlante y el oyente. La persona que lee el diario puede acompañar la lectura con una reflexión pausada, con un análisis propio de lo que está leyendo, con más tiempo para la interpretación y yo creo que los diarios van aportando más valor agregado a la información que el que aportan los otros medios (Jornet, entrevista, septiembre de 2001).

Por su parte, la directora de Clarín, Ernestina Herrera de Noble, reconoce:

Un diario debe proveer no sólo el insumo informativo que requieren sus lectores para manejarse cotidianamente. También debe orientarlos para poder descifrar a cada paso las claves de un mundo en permanente cambio e ingresar con un mayor bagaje de ideas en escenarios en los que hay un fuerte componente de incertidumbre (en Clarín, Revista del 50 aniversario, 28 de agosto de 1995).

Finalmente, sobre el futuro de la prensa en la centuria que acaba de comenzar, un estudioso y un periodista coinciden en augurar un destino más ligado a la reflexión y el placer que a la información.

Afirma Casasús (1991) sobre la prosa periodística del siglo XXI:

Tendrá que apoyarse en la gracia, la serenidad, en la precisión. Los lectores, aturdidos por el diluvio de imágenes que caerá sobre ellos durante el próximo siglo, buscarán en el texto periodístico el efecto sedante. La prosa periodística será para ellos un refugio, un descanso, un sueño, un placer (…) se desarrollará un periodismo científico de amena precisión, un periodismo social de evaluación, y una prosa de consumo rica e imaginativa (Casasús, 1991:35).

Por su parte, el escritor y periodista Tomás Eloy Martínez plantea que el desafío de la prensa escrita es volver a contar historias, recuperar el papel de narradora más que de organizadora de las cinco W:

Las palabras escritas en los diarios no son una mera rendición de cuentas de lo que sucede en la realidad. Son mucho más. Son la confirmación de que todo cuanto hemos visto sucedió realmente, y sucedió con un lujo de detalles que nuestros sentidos fueron incapaces de abarcar.
(…)
Los diarios del siglo XXI prevalecerán con igual o mayor fuerza que ahora si encuentran ese difícil equilibrio entre ofrecer a sus lectores informaciones que respondan a las seis preguntas básicas e incluyan además todos los antecedentes y el contexto que esas informaciones necesitan para ser entendidas sin problemas, pero también, sobre todo, un puñado de historias, seis, siete o diez historias en la edición de cada día, contadas por cronistas que también sean eficaces narradores (Tomás Eloy Martínez, 2001).

Como mencionamos al comienzo de esta comunicación, la primera piedra para el debate está lanzada. Esperamos la respuesta pero, eso sí, no a las pedradas.

_____
Notas:

1 Yapa: Voz quechua muy empleada en Argentina y que significa «por añadidura», «gratuitamente». Costumbre principalmente de los almaceneros, caída en desuso, que consistía en dar gratis un poquito más de la compra. Por ejemplo, un bollito de más cuando se compraba pan, etc.
2 Ralentí: Técnica cinematográfica que consiste en impresionar la película a una velocidad mayor que la normal. Al proyectar la película a la frecuencia normal (24 imágenes por segundo) se observa que el movimiento original se desarrolla con mayor lentitud. Este efecto alarga la duración real de la acción y se utiliza para el estudio de movimientos demasiado rápidos para ser apreciados directamente o bien, en los filmes argumentales, para reforzar el carácter dramático de la acción. Impropiamente se le ha llamado cámara lenta.
3 Redactor jefe de la edición del domingo del diario El País, de España y (ex?) profesor de Redacción en la Escuela de Periodismo UAM – El País.
4 Principal diario de la provincia de Córdoba (Argentina), próximo a cumplir los cien años.

__________
Bibliografía:

– Bastenier, Miguel Angel (2001). El blanco móvil. Curso de Periodismo. Ediciones El País. Madrid.
– Borrat, Héctor (1989). El periódico, actor político. Ed. G. Gili. Barcelona.
– Casasús, Josep Maria y Núñez Ladevéze, Luis (1991). Estilo y géneros periodísticos. Ed. Ariel Comunicación. Barcelona.
– Clarín (1995). Revista del 50 aniversario. Buenos Aires, 28 de agosto de 1995.
– _____. (1997) Manual de estilo. Clarín/Aguilar U.T.E. Buenos Aires.
– Dellamea, Amalia (1995). El discurso informativo. Géneros periodísticos. Editorial Docencia. Buenos Aires, (primera edición 1994).
– El País (1996). Libro de estilo. Ediciones El País. Madrid.
– Gargurevich, Juan (1982). Géneros Periodísticos. Editorial Belén. Quito.
– Gomis, Lorenzo (1987). El medio media. La función política de la prensa. Ed. Mitre. Barcelona.
– González Reyna, Susana (1991). Géneros Periodísticos 1. Periodismo de opinión y discurso. Ed. Trillas. México.
– Grijelmo, Alex (1998). El estilo del periodista. Ed. Taurus, Madrid.
– Gutiérrez Palacio, Juan (1984). Periodismo de opinión. Redacción periodística. Selección de textos. Ed. Paraninfo. Madrid.
– Herrera de Noble, Ernestina (1995). «Una mirada al futuro», en Clarín, revista del 50 aniversario. Buenos Aires, 28 de agosto de 1995.
– Jornet, Carlos. Entrevista realizada en septiembre de 2001.
– La Nación (1997). Manual de estilo y ética periodística. Ed. Espasa Calpe Argentina. Buenos Aires.
– Majul, Luis (1999). Periodistas. Qué piensan y qué hacen los que deciden en los medios. Editorial Sudamericana. Buenos Aires.
– Martín Vivaldi, Gonzalo (1973). Géneros periodísticos. Paraninfo. Madrid, 1979. Primera edición.
– Martínez Albertos, José Luis (1983). Curso general de redacción periodística. Ed. Mitre. Barcelona.
– Martínez, Tomás Eloy (2001). «El periodismo vuelve a contar historias», en La Nación, Suplemento Cultura, 21 de noviembre de 2001.
– Miceli, Walter (editor) (1999). ¿Qué es noticia en los diarios nacionales? Contextos de construcción y legitimación. Grupo de Investigación en Temas de Producción Periodística (GITEPP). La Plata.
– Núñez Ladevéze, Luis (1995). Introducción al periodismo escrito. Ariel Comunicación. Barcelona.
– Santamaría, Luisa (1990). El comentario periodístico. Los géneros persuasivos. Paraninfo. Madrid.
– Ulanovsky, Carlos (1997). Paren las rotativas. Historia de los grandes diarios, revistas y periodistas argentinos. Cía Editora Espasa Calpe Argentina S.A. Buenos Aires.
– Vargas, Natividad Abril (1999). Periodismo de opinión. Ed. Síntesis. Madrid.

* Mónica María Viada es docente de la Escuela de Ciencias de la Información de la Universidad Nacional de Córdoba, en Argentina. Esta comunicación fue presentada en la IV Bienal Iberoamericana de Comunicación (sociedad, información y conocimiento) realizada en San Salvador entre el 7 y el 19 de septiembre de 2003, la cual se reproduce en SdP con la autorización de los organizadores.

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