Guarino Caicedo era compadre de la cantante Celia Cruz y cada vez que ella venía a Bogotá se reunían. En la foto con su esposa, María Consuelo Garcia.Laboró durante 22 años en EL TIEMPO y además estuvo en el ‘Diario del Caribe’, ‘Noticiero TV Hoy’, ‘El Universo’ de Guayaquil y era corresponsal del diario La Prensa, de Nueva York.

La muerte lo sorprendió en la tarde del pasado viernes en su apartamento del noroccidente de Bogotá.

Se fue este hombre de 58 años y nacido en Buenaventura, que recorrió las salas de redacción de los más importantes medios de comunicación del país y a quien sus colegas reconocían como un ‘pilo’ que siempre tenía clara cuál era la noticia.

«En él si se podía aplicar ‘que trabajaba como un negro'», dijo ayer el periodista Alejandro Moya, uno de sus amigos y compañero de brega por mucho tiempo.

Guarino estuvo 22 años en EL TIEMPO. «Era muy difícil sacarlo del periódico cuando estaba de turno. Se quedaba pendiente de todo. Era un amante de la noticia que quería que todo quedara registrado, sin importara que se colgara con el cierre», cuenta Moya.

Al ‘Negro’ Guarino poco se le veía estresado. No regañaba ni gritaba. Quienes trabajaron con él dicen que sobretodo era un maestro, preocupado siempre por enseñar.

A la hora de dirigirse a alguien siempre estaba con un ‘papito’, ‘mijito’ o ‘jovencita’. Nunca había malos términos en su boca.

En EL TIEMPO llegó a ser amigo de Enrique Santos Castillo, Editor General del periódico. Esa amistad quedó reflejada en 1976 cuando lo operaron y como el día del cumpleaños lo sorprendió recluido en la clínica San Pedro Claver, don Enrique le compró una torta y fue a llevársela hasta ese hospital para festejarle.

Como la intervención quirúrgica fue para extraerle el bazo, él mismo bromeaba y decía que tenía que tomar «a pico de botella».

Pero no solo vivía la noticia y la conocía, sino que sabía de música. Era una salsero empedernido y su predilecta era la música cubana, que conocía de memoria. Incluso la fallecida cantante Celia Cruz era su comadre.

«Se conocieron porque Guarino tuvo una columna sobre música cubana el la revista Carrusel. Hablaban y se hicieron amigos. Cada vez que venía a Bogotá, nos reuníamos con ella», dice María Consuelo García, la viuda de Caicedo, con quien tuvo dos hijos.

Poco amigo de agasajos

Sin embargo, Guarino siempre fue un periodista poco amigo de los agasajos y los actos públicos. «Hace 16 años cuando salió de EL TIEMPO le organizaron una fiesta de despedida sus compañeros, pero no quiso asistir. Me envió a mí porque no le gustaban esas cosas», recuerda la viuda.

Siempre fue una persona comprometida con sus obligaciones, que para él estaban primero que todo.

Igualmente era muy disciplinado. Aunque durante algún tiempo fue bohemio, como lo fue la profesión del periodismo, tras la extracción del bazo dejó de tomar trago. No obstante, aún convaleciente iba a las ‘tomatas’, pero solo bebía agua.

Su historia se terminó en la tarde del viernes, cuando un infarto acabó con su vida. El mismo día en que por fin se ganó un chance, de 80.000 pesos. Murió mientras su hijo Andrés Felipe estaba cobrando la plata.

Ayer fue cremado y en la ceremonia lo acompañaron buena parte de sus compañeros. Esos periodistas a los que él llamaba ‘papitos’, a los que enseñó y con los que compartió.

Fue un adiós triste y el periodismo está de luto.

Sus cenizas quedarán en el Cementerio Central, al lado de la urna en la que reposaban los restos de una hija que murió al nacer hace ya 19 años. Así lo decidió su esposa: «Él siempre nos había dicho que cuando se muriera quería quedar al lado de su hija».

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