Las fotos y los videos tomados por personas del común están convirtiendo los teléfonos celulares en una poderosa arma informativa. ¿Se modifican la reglas del juego del periodismo?
Publica la Revista Semana

En septiembre pasado, el diario El Colombiano, de Medellín, publicó en primera página y gran tamaño la foto de un bus incendiado en la avenida Las Palmas. Era una noticia de impacto y los editores decidieron incluir la foto como la más importante del día. Pero el crédito de la imagen no era de ninguno de los fotógrafos del diario, sino de John Bedoya, un mensajero de una empresa de diseño que captó la escena con la cámara de su teléfono celular.

No era la primera vez que John actuaba como reportero gráfico. Como anda por toda la ciudad, le ha tocado presenciar otros accidentes y hechos noticiosos y ya le han publicado cuatro fotos en los medios locales. A tanto ha llegado el asunto, que en la empresa donde trabaja lo han animado para que compre un teléfono con cámara de mejor resolución. «Yo ya me creo un paparazi», dice, y agrega que está tan entusiasmado, que está tomando clases de fotografía.

El ejemplo de este mensajero paisa ilustra cómo el celular ha traído una nueva artesanía de la comunicación, tal como lo escribió hace poco el periodista mexicano Juan Villoro. La expansión de la telefonía celular y otros modernos dispositivos tecnológicos está logrando que miles de transeúntes cubran hechos noticiosos. La humillación de soldados iraquíes, los atentados de Madrid y de Londres, el ahorcamiento de Saddam Hussein, la bomba en la Escuela Superior de Guerra en Bogotá el año pasado, los palazos a los soldados del Ejército hace dos semanas… en fin. Los anteriores son los ejemplos más difundidos, pero existen miles de sitios en la red que permiten bajar las fotografías captadas por personas del común.

Pablo Altclas es argentino y desde hace dos años dirige la página crónicasmoviles.com.ar, un portal que le permite a cualquier persona en el mundo ser un cronista móvil. «El objetivo es llegar al lugar de los hechos antes que los medios tradicionales», le dijo a SEMANA. Altclas se dio cuenta de la importancia del periodismo ciudadano a partir de los atentados de Londres en 2005.

Ese día, Pablo le pidió a un amigo londinense que fuera a fotografiar con su celular el lugar de la explosión para montar en forma instantánea las fotos en su blog. Minutos después empezaron a llamarlo de todos los medios porque, debido a la censura, nadie había podido publicar fotos de lo que estaba ocurriendo. Hoy, cronicasmoviles.com.ar cuenta con más de 550 personas de todo el mundo que proveen contenido. El único requisito es tener un celular con cámara. «Estamos en la era de la instantaneidad y las reglas del juego están cambiando», dijo Altclas.

Pero, ¿hasta qué punto la calidad de la información se está sacrificando por esa inmediatez? ¿Se habrá democratizado verdaderamente la información? Ana María Miralles, investigadora de la Universidad Pontificia Bolivariana, considera que esta tendencia está generando una gran confusión. La democratización del periodismo no puede entenderse -dice- como que todo ciudadano pueda ser reportero. Hace falta contextualizar e investigar. Como dice el periodista Ignacio Ramonet, «ver no es comprender», y el periodismo ciudadano está vendiendo la idea de que cualquier persona está capacitada para presentar la realidad. «No se puede confundir una imagen con la realidad», dice Miralles.

Otro aspecto que ha generado controversia es el del derecho a la intimidad. Tras ver el video de la ejecución de Saddam Hussein en la página web del periódico británico The Guardian, el escritor palestino Ghada Karmi argumentó que ese espectáculo, «mostrado con pornográfico detalle», resulta profundamente chocante para quienes respetan la dignidad humana. ¿Se está confundiendo, entonces, el interés público de la noticia con el morbo? Es posible. En Internet la información no tiene control y muchas veces no se sabe de dónde provienen los contenidos. Y en el caso de la televisión y la prensa escrita, el derecho a la intimidad dependería de la ética de los editores de turno.

Pablo Altclas reconoce que lograr credibilidad y confianza es el gran desafío del periodismo ciudadano. En su portal, por ejemplo, cuenta con una mesa de editores que revisan que las imágenes enviadas estén limpias, por ejemplo, de material pornográfico. Altclas reconoce además que no es un santo de devoción de los principales medios de comunicación argentinos. Lo ven como una amenaza y temen que su portal cada día cobre más adeptos. Pablo se defiende: «Hoy no hay tiempo para pensar, la gente necesita contenidos rápidos (…) Y aunque también es necesaria la investigación, no podemos desconocer los efectos de la velocidad».

El reportero gráfico Jesús Abad Colorado está tranquilo frente a estos avatares tecnológicos. No siente que su trabajo esté en riesgo ni ve en el periodismo ciudadano una amenaza. Considera que mientras un hecho reciba más miradas, será mejor para el público. Al fin de cuentas -dice- la mejor foto siempre será la que logre generar alguna reflexión y la que perdure en el tiempo. Según él, toda la responsabilidad recae en los editores; son ellos los que tiene que evaluar la calidad y la validez de las imágenes. Para Jesús Abad, la pregunta que hay que hacerse es qué tan dispuestos están los medios de comunicación a sacrificar la calidad por ahorrar costos y dejar que cualquier persona con un celular tome las fotos.

Es difícil predecir cómo y en qué magnitud cambiará la nueva tecnología a los medios tradicionales. Para finales de 2010, Intel predice que 2.500 millones de teléfonos celulares tendrán más potencia de procesamiento que los computadores actuales. Esto significaría, en el más extremo de los casos, que habría 2.500 millones de reporteros gráficos potenciales para esa época.

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