Ha vuelto a estar de moda (y seguirà por otros seis meses màs, cuando menos) la esquizofrenia de los discursos sobre las cosas ùltimas, las que corresponden, como se dice por ahì, a la etapa final del mundo, si por mundo entendemos esta patria, con sus banderas y con sus creencias veleidosas.
Es, como no, manifestaciòn de la recurrente doctrina escatològica que nos acompaña siempre que estàn cerca decisiones, referendos o elecciones.
La costumbre es vieja como la humanidad misma y tiene su origen màs remoto en el paìs de Zoroastro, en la Persia de hace màs de 2.600 años. Un paìs que era (Què coincidencia) montañoso y sus habitantes vivìan de la crìa del ganado, que se consideraba sagrado (Què curioso). A travès de su doctrina, Zoroastro quiso unir los rebaños para dificultar las actividades de los merodeadores, asì como de los practicantes de ciertos cultos del sacrificio. (Què casualidad).
Su principal herencia consistiò en la creaciòn de un dualismo ètico que serìa exacerbado por los maestros posteriores. Y en el que los buenos eran ellos y los malos los demàs. (Què vaina). La doctrina finalmente dejò claro que sòlo Ahura Mazda era digno de culto. (Què convergencia).
Esos credos renacieron y florecieron en diversas èpocas y por distintas razones, hasta nuestros dìas en los que se anuncia el advenimiento del fin del mundo si la Corte Constitucional no aprueba la reelecciòn inmediata.
Los profetas de las postrimerìas ya han comenzado a hacer un ver un paìs en ruinas, como si no les bastara el presente ensangrentado.
Nuestro final està cerca, dicen a voz en cuello y a pluma enhiesta, entre la llama y el hielo, si el politeìsmo polìtico contamina la decisiòn de los magistrados.
Como si no hubiese estado cerca desde siempre. Quizàs esa sea nuestra condena, como lo describiò Virgilio Barco alguna vez. Talvez somos ese camiòn sin frenos y en bajada, evitando en cada curva a golpe de timòn, salirnos de la vìa rumbo al abismo. Habrà que reconocerle el aforismo a Francisco Maturana. Aùn si la Corte hunde el proyecto, al otro dìa saldrà el sol… inevitablemente.