Por Marianne Ponsford
Publica El Espectador
Creo que son muy pocos los lectores de prensa que no estarían de acuerdo con que la columnista del periódico El Tiempo Salud Hernández Mora es una de las voces más directas del periodismo colombiano. Uno puede o no comulgar con muchas de sus opiniones, pero una cosa es cierta: sus palabras nunca se resguardan bajo el cómodo paraguas de la corrección política. Salud Hernández es una periodista en cuerpo y alma y defiende y argumenta sus convicciones ideológicas con brío y claridad. También, desde su columna, ha hecho denuncias de tal envergadura, que se hace difícil no pensar —como de hecho se ha comentado muchas veces en las salas de redacción de periódicos y revistas— que está poniendo en riesgo su vida.

Salud Hernández está en este momento en una compleja encrucijada jurídica, por haberse negado a acatar el fallo de tutela que la obliga a rectificar una información publicada en su columna. Muchísima gente del medio cree que Salud Hernández no rectifica por arrogancia. Como tiene ese tono español tajante que intimida y choca de manera tan frontal con la idiosincrasia local (pero que nos resulta divertido a los colombianos cuando nos conviene), y las formas en este país son casi siempre más importantes que el fondo, muchos se han quedado callados ante la particular situación de una periodista que se niega a acatar un fallo de la ley.

Pero ese silencio podría tener un segundo motivo y es el del tamaño del poder de su enemigo: nadie menos que el magistrado de la Corte Constitucional Jaime Araújo. Y en Colombia, quién se atreve a negarlo, les tememos más a los poderosos que a los asesinos.

Araújo fue muy hábil en su carta publicada en el periódico El Tiempo, en la que se “defiende

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