Internet no es una fuente…
Defensora del lector.
Esta semana, Internet le hizo una mala jugada al periodismo. La noticia sobre un supuesto estudio del Instituto Lovenstein, de Scranton (Pensilvania), que demostraba que el presidente Bush «tiene el coeficiente más bajo de los presidentes de E.U. en los últimos 60 años», le dio la vuelta al mundo en un cable de la agencia española Efe. Como muchos abonados, EL TIEMPO la publicó el martes 13 de marzo en una breve de la página internacional.
Al día siguiente, en una nota titulada: ‘Vuelve la leyenda sobre bajo coeficiente de Bush’, este diario reprodujo la rectificación de la agencia, que señalaba que se trató de una historia prefabricada, que circula en la web desde hace varios años. Según explicó Efe, el instituto Lovenstein, que se promociona en la red como un «centro de estudios, que cuenta con historiadores, siquiatras, sociólogos y sicólogos», no existe. Es simplemente una página de Internet.
No es la primera vez que los periodistas ‘pican en el anzuelo’ de la realidad virtual y divulgan una información falsa extraída de la red. Incluso, sucedió en el 2001 con esta misma ‘noticia’, que entonces fue publicada por prestigiosos diarios, como el británico The Guardian, el ruso Pravda y el alemán Bild. Como señaló a la agencia Efe Aly Colon, del Instituto Poynter, un centro de formación de periodistas, sobre este engaño virtual: «El problema con estas historias es que suelen ser muy interesantes y creíbles».
El episodio puede servir, más que para el anecdotario, para una reflexión sobre si Internet, una fuente de información global para los usuarios, puede serlo también en el sentido periodístico.
«Internet no puede ser considerada en sí misma una fuente de información, sino un medio para acceder a múltiples fuentes», dice Ana Lucía Duque, directora de la Escuela de Periodismo de EL TIEMPO, quien en sus talleres enfatiza a los practicantes sobre la importancia de cerciorarse de la seriedad de la página o de la persona consultada a través de la red. Señala, además, que Internet ha debilitado la disciplina de verificación y de investigación.
La Defensora considera que la periodista tiene mucha razón. El rigor del oficio exige que las fuentes sean idóneas, pertinentes y confiables y, en la red, los contenidos circulan sin ningún control, sin mayor contexto y, no todo es lo que parece. El periodista tiene que estar atento a eso y verificar de dónde provienen los datos o establecer cuál es el interés oculto al divulgarlos. Identificar la fuente de la información y cerciorarse de su autenticidad es lo que permite determinar el crédito que se le puede dar para divulgarlo.
Es difícil saber cómo la tecnología cambiará a los medios tradicionales, pero no ha modificado las bases del buen periodismo. Hoy, es posible que una noticia o una imagen se divulguen primero en un blog -como sucedió con las fotografías del ahorcamiento de Saddam Hussein- pero la prensa no puede sacrificar su credibilidad en aras de competir, con los particulares, en inmediatez.
La gran diferencia entre la prensa y los ‘blogueros’ es que el periodista respalda la veracidad de la información, mientras que el autor de un escrito en Internet puede escudarse en el anonimato para falsear los hechos. Hace poco, Periodista Digital citaba a Thomas Burg, responsable de BlogTalk.net, y señalaba: «No hay que tomarse ni interpretar la web como una biblioteca, sino como un flujo de sucesos y conversaciones, dando prioridad a la conectividad antes que al contenido».
Internet ha llevado a que los reporteros pasen gran cantidad de tiempo sentados frente a una pantalla, porque es una maravillosa herramienta de consulta, que facilita el acceso a las fuentes, algunas antes impensables, en muy corto tiempo o incluso en tiempo real… Pero, como han señalado algunos expertos, esta facilidad de comunicación no puede convertirlos en ‘pasivos receptores’ de información.