No era hija de un prestante ciudadano o de un dignatario del país. Tampoco había presencia de alcohol en la sordidez de la noche. Ni estaba en tela de juicio la razón social de un establecimiento de moda.
Claudia Patricia Rodríguez no alcanzó a celebrar el mes del niño. Ella que, no obstante sus 16 años de edad, se sentía una chiquilla con sueños grandes, murió tristemente olvidada el 31 de marzo luego de haber sido atropellada el 23 a las 2 de la tarde, frente a una empresa de lácteos, a sólo quinientos metros de Andrés Carne de Res. Y murió sin que su frágil bicicleta pudiese protegerla de la volqueta desenfrenada que acabó con sus ilusiones de basquetbolista, con sus quimeras musicales.
Claudia Patricia fue muchas cosas. Fue la hija de un jardinero en el municipio de Chía y de una mujer que enfrenta la vida con oficios varios. Fue compañera de los adolescentes que en décimo grado sólo tienen una bicicleta para afrontar la distancia que los separan del colegio La Balsa en la misma localidad. Fue o es o será un número más en la lista de seres humanos que pierden el pulso ante la dictadura vehicular. Antes que ella, en estos últimos cuatro meses, murieron atropellados en la misma vía, por lo menos otras tres personas, entre ellas un policía bachiller y un joven embestido por un carrotanque en una noche fatídica de parranda, cuyo caso recibió todo el despliegue mediático. (Claro, la familia, la rumba, para bien o para mal era Andrés carne de res..En fin)
Salvo éste último todos los accidentes sucedieron de día, sin alcohol y frente a parajes anónimos. Y nadie dice nada. Nadie salvo el voz a voz de los habitantes de Chía y sus alrededores (y yo no vivo allá) que no entienden cómo en un municipio de más 130 mil habitantes no hay ciclo ruta, si cerca de la tercera parte de la población se mueve en bicicleta. Hay más de diez mil registradas antes las autoridades. Sin contar la multitud de deportistas y paseantes del fin de semana. Presienten que sólo serán escuchados en medio del paro cívico que ya están preparando.
Pero eso no es todo. Tampoco se entiende que haya en promedio tres muertos diarios por atropellamiento en Bogotá. Y que no pase nada. Sobre todo si no hay apellidos, rumba alcohólica o un chivo expiatorio de por medio…