Ojalá Jorge Luis Pinto tenga el mismo olfato y la misma suerte del presidente Uribe a la hora de seleccionar los jugadores que nos representarán en las próximas contiendas futboleras en el ámbito internacional.
Pero no es sólo Pinto quien sueña con esa mezcla inexplicable de azar y de intuición de la que hace gala la actual administración, a la hora del casting, y que es motivo de envidia para los vicepresidentes creativos de los canales privados de televisión, los patrocinadores de listas a concejos, alcaldías y gobernaciones del país y buena parte de los autodenominados novelistas del nuevo boom literario colombiano.
La Selección, la literatura, las regiones y el melodrama nacional
serían otra cosa si lograran encontrar una nómina como la que exhibe el actual gobierno: polifuncional, versátil y metamórfica. O si tuvieran un técnico gambeteador, que maneje los ritmos y le apueste al elemento sorpresa como estrategia para ganar los pleitos que le piquen.
Pero especialmente si, como ellos, dieran espectáculo así hubiese que armarse (es sólo un decir) de paciencia a la espera de que lleguen los resultados.
¿O no fue un verdadero golazo ese de hacernos creer que Fernando
Araújo estaba alineado como Canciller, para insertarlo en la posición del Ministerio de guerra, un día azuzando a las Farc, otra contando su secuestro, después provocando a Chávez y a cuanto enemigo grande o chiquito se atreva a pasar de la mitad? Con razón no necesitaba el idioma inglés.
¿O no es olímpica la jugada esa de poner a jugar a Pacho Santos un
rato por la izquierda, cuando viaja a Estados Unidos y otro por la
derecha cuando se trata de enfriar el balón y dejar que el tiempo pase? (Sin olvidar sus dones proféticos para los entretiempos).
¿O no es revolucionario ese esquema donde el Ministro de Transportes parece el director de Coldeportes, el Ministro de agricultura semeja ser el Ministro del Interior, y los Ministros de Hacienda y Protección Social trabajan para ser nominados como los mejores jugadores sin balón del actual torneo?
¿ Y no son glamurosas las porras de las ministras de Cultura y
Comunicaciones con traducción simultánea de la embajadora en Washington?
¿Y no es ejemplar la mística y el amor por la camiseta de todos los funcionarios, más aún cuando ven calentando al Intendente Pinchao, a Plinio Apuleyo y a Rafael Nieto Loaiza?
No importa que ahora la táctica sea la de reventar el balón y ganar a tiempo para evitar una goleada. De todas maneras ahí está el apoyo anímico de las barras bravas y el económico de la fanaticada que abarrota las tribunas cuando el equipo sale a la cancha los sábados o le transmiten los juegos por todas las cadenas de televisión.
Esos traspiés, como la caída del dólar y otros marcadores adversos, son la muestra fehaciente de que perder es ganar un poco. Tampoco hay que tomarse muy a pecho eso de las amonestaciones de los árbitros internacionales, parcializados y subjetivos. Lo clave por ahora es sumar.
Al fin y al cabo con esa pobre programación televisiva, la escasez de buenos candidatos y la pobreza de los best sellers, nos queda el consuelo de que, a pesar de lo que digan los comentaristas apátridas, equipo es lo que tenemos.