Por Mario Morales
Sí, es cierto; el Gobierno ha ido desmontándose de todas las reformas que por idea propia o imposición tenía para el futuro inmediato. Pero también es cierto que en este momento la única que es apremiante, y si a eso se le puede llamar reforma, es la que tiene que ver con la política. (Publica El Espectador)
Todo lo demás puede esperar a que haya humo blanco en la mesa de La Habana. De esos diálogos derivarán distintos acuerdos que luego refrendaremos los colombianos para avanzar en la transición, así el término no les guste a Iván Márquez.
Parece serio de parte de Gina Parody y de Lucho Garzón comenzar a despachar sin la disculpa de necesitar una legislación hecha a su medida. Lo que hace falta es ejecución y voluntad en el cumplimento de lo que existe. Mucho menos se requiere una reforma tributaria si le hemos de creer al balance optimista que todos los días entrega el Gobierno.
En cambio no da espera, ahora que hay ambiente, el entierro definitivo de cualquier tipo de reelección presidencial, así haya que extender el período un año más, a lo sumo. Pero esa medida tiene que cobijar especialmente a quienes dirigen los organismos de control, y parcialmente a los congresistas para que sólo puedan ser reelegidos una sola vez en su vida, como dice el senador Benedetti que se está cocinando.
No más “sacrificios” vitalicios de estos supuestos servidores de la patria, no más abnegación y privaciones, no más Estado amamantador, no más sinvergüencería.
Ingenuo, me dirán, a sabiendas de que ellos mismos tomarán las decisiones. Hay que acudir a todas las formas legales y éticas de presión y debate; hay que acudir al buen juicio de los pocos congresistas honestos e idóneos, que los hay, que saben que en esa perpetuación arraiga lo más corrupto e inepto de este caduco sistema político.
Entonces sí, todo lo demás, voto obligatorio, financiación de campañas, listas cerradas y las reformas en las otras áreas, comenzará a tener sentido.