Por Mario Morales
Se precia el vicepresidente, posando con su casco de siempre, de haber firmado 6 contratos en 7 días por $8 billones. (publica el Espectador)
Como si esa fuera la gran hazaña en este país de “contratitis”, firmones y obras eternas, no precisamente por duraderas.
Ejecutar las obras, hasta las de cuarta generación, es la mínima obligación de los funcionarios nombrados con ese fin, como para que estén alardeando ante los medios de una simple firma, así vaya precedida de los más serios y garantistas contratos, como lo ha reclamado cuanto funcionario hubo desde el virreinato. Ojalá con el mismo empeño, pinta y sonrisas proselitistas se aparecieran para entregar, en los tiempos fijados y sin sobrecostos, alguito de la infraestructura que todos los días se contrata aquí a dedo o en procesos interminables.
La buena prensa, de la cual goza el vice (en entrevistas, fotos reveladoras de acaloradas maratones) debería ser un premio al cumplimiento cabal y no un anticipo a la conjugación en futuro imperfecto de los verbos promeseros de siempre.
Cañando con obras monumentales lavaron su imagen hace 6 años, para ir lejos, los contratadores de ese nuevo descalabro que es la obra del túnel de La Línea; allí también estuvo hace 6 días Vargas Lleras, rozagante, para contarnos lo que ya sabíamos, que no estará a tiempo.
Pues bien, llevamos más de dos años escuchando los anuncios del presidente Santos de sus 30 “grandes” proyectos, por $40 billones, y sus repetitivos “ya casi”, en el mismo tono de Petro con el metro y la máquina tapahuecos.
“Nos hemos demorado por hacer las cosas bien”, dijo el presidente a sabiendas de que buena parte de esas obras estarían, sobre el papel, en un lustro, es decir, en el otro gobierno.
¿Será por eso que reclaman aplausos y titulares desde ahora? ¿O que con los materiales del casco quieren hacerse desde ahora una banda presidencial?