los medios y el escándalo de los falsos positivos.

Mario MoralesA raíz de la publicación en el New York Times de una denuncia que ya conocía la revista Semana, revive la controversia sobre la independencia de los medios y su compromiso con los ciudadanos.

Mario Morales*

Un suceso representativo

Como decía Borges: hay momentos cuando un hombre representa a toda la humanidad. También hay circunstancias en las que un solo suceso deja ver el talante de una sociedad. Eso es lo que acaba de suceder en torno a la publicación del New York Times sobre el riesgo de que vuelvan los “falsos positivos” o las ejecuciones extrajudiciales a Colombia.

Este caso ha despertado indignación por la amenaza criminal que se cierne sobre los derechos de las victimas eventuales y, además, por la decisión editorial de la revista Semana de aplazar su publicación por razones que no han sido suficientemente aclaradas.

Además, el episodio ha desatado un lenguaje de odio contra el periodismo por parte de ciertos líderes políticos y ha sembrado confusiones en todos los ciudadanos, supuestos depositarios naturales del trabajo de todos los demás actores en esta situación.

La publicación del New York Times ha sido ampliamente reafirmada y respaldada, no solo por la validez y pertinencia de la propia pieza, sustentada en fuentes y reportería a fondo, sino por el respaldo editorial del medio, de varios políticos estadounidenses y de voces de organismos internacionales.

Por eso queda en el ambiente la inquietud: ¿por qué Semana no publicó el reportaje si tuvo durante un mes la información? ¿Qué tanta responsabilidad les cabe a determinados líderes políticos por la inseguridad, el acoso y la estigmatización del trabajo periodístico y la pérdida de credibilidad de los medios? Por último, ¿hay un plan sistemático para crear caos e incertidumbre en el régimen comunicativo actual?

Sea cual fuere la razón que explique la demora o renuencia de Semana a publicar esta información, los efectos de esta decisión serán devastadores para el periodismo y para la democracia.

Alrededor de estos motivos ya hay varias hipótesis, que han presentado medios como La Silla Vacía o columnistas como Daniel Coronell:

  • La “interacción” entre directivos de la publicación y representantes del gobierno Duque, mediada por los intereses de cada uno;
  • Razones ideológicas o políticas, que dejan al periodismo y al ciudadano en un segundo plano;
  • Asuntos de conveniencia económica fundamentada en la pauta oficial;
  • Debates editoriales internos.

El hecho es que con la (falta de) decisión de la revista, perdimos todos.

Lea en Razón Pública: Las mentiras oficiales y los medios de comunicación.

Los medios en la encrucijada

La verdadera crisis está en los medios, que a su vez endosan o achacan la responsabilidad a las tecnologías, a los medios digitales o al capricho de las audiencias.

Pero la nuez de esta crisis está en la forma como se están resolviendo dilemas que creíamos superados: entre la credibilidad y la sostenibilidad, y entre la lealtad con el poder o con los ciudadanos y las audiencias.

Cuales son las responsabilidades de los periodistas

Foto: Estado de Nueva York
¿Cuáles son las responsabilidades de los periodistas? ¿Son un contrapoder o un observador del poder?

Resulta aleccionador que en medio de este ambiente contaminado sobresalga la estatura editorial del New York Times, un medio que ha comenzado a resolver sus problemas de financiación a través de los suscriptores. Este es el grado máximo de credibilidad de las audiencias y el sustento ideal de un medio en un entorno democrático.

Ocultar información trascendental anula el pacto de confianza que deben tener los medios con sus audiencias. Que un medio diga que tiene libertad editorial, sin tener en cuenta el interés ciudadano o, peor aún, esconderse detrás de él, hace tambalear su prestigio, remueve los principios fundamentales del oficio que sistematizaron Kovach y Rosenstiel y pone en juego toda la democracia.

Ocultar información trascendental anula el pacto de confianza que deben tener los medios con sus audiencias.

La conveniencia política que puede argüir el gobierno o un medio en casos como este puede acabar por usurpar el nombre y el papel del ciudadano, además de alejarlo como audiencia.

Sin duda, uno de los aportes de los nuevos medios ha sido demostrar que los medios tradicionales no conocían a sus usuarios, aunque hablaban en su nombre, para justificar decisiones, es decir, para justificarse a sí mismos.

Hoy ya no es posible hablar del periodismo como cooptación de la voz de los que no tienen voz, en medio de la conversación social que se viene tomando la agenda mediática. Se entiende, entonces, el decrecimiento en la confianza en los medios de comunicación, como lo expresan encuestas recientes.

Puede leer: La crisis del buen periodismo: ¿cómo diablos financiarlo?

Medios y poder

La cercanía del periodismo con los poderosos echa por tierra el principio fundamental de este oficio, que se debate entre ser observador independiente del poder y ser decididamente contrapoder.

Esto es así inclusive si se esgrime el pretexto del interés general y el necesario equilibrio que plantea Jack Fuller entre el daño causado por publicar algo y el daño causado por no hacerlo. En el dilema entre los medios y el poder, el periodismo debe estar de parte de los ciudadanos.

Si la razón que se esgrime para ciertas decisiones es la sostenibilidad económica, es muy posible que se esté desechando una estrategia a largo plazo: se está optando por un modelo de negocio cortoplacista, de pauta oficial —o buscando el fácil acceso a la información gubernamental—. Es la lógica del sálvese quien pueda.

Pero si se trata de salvaguardar los intereses de las empresas que financian los medios —y en este caso no se puede ignorar la reciente compra del 50 por ciento de Semana por el grupo Gilinski—, es probable que se cumpla la vieja profecía de que sobrevivan esas empresas pero desaparezcan los medios.

El dilema de la línea editorial y del sesgo político no pocas veces es suplantado por el peso del interés económico. No obstante, este interés debe estar supeditado al mandato ético que planteó en 1933 Eugene Meyer en The Washington Post cuando dijo que: “En su búsqueda de la verdad, este diario está preparado para sacrificar su fortuna material si ello es necesario para el bien público”.

En Colombia ha habido ejemplos de valentía, transparencia y coherencia. Basta con citar los casos paradigmáticos de El Espectador, QAP, AlternativaLa Prensa o Cambio, para mencionar los más recordados.

Los políticos contra los periodistas

A la par con la incertidumbre que creo esta situación, resurgió el debate sobre la creciente estigmatización de periodistas y medios por parte de líderes políticos que buscan desprestigiar a quienes fundamentan su trabajo en la reportería, la verificación y el trabajo de campo.

Los recientes señalamientos contra el New York Times, presentados con lenguajes de odio, recuerdan los libelos de políticos colombianos contra medios y periodistas que ejercen su labor informativa con independencia y probidad. Estos señalamientos, al tiempo que minan la posibilidad de tener referentes creíbles, ponen en riesgo la vida y honra de los reporteros.

The New York Times en una semana

Foto: Los Angeles county
¿Tiene justificación que Semana no haya logrado en meses lo que logró un periodista de The New York Times en una semana

Hay que recordar que en la clasificación de libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras (RSF) en 2018 Colombia apareció en el puesto 129 entre 180 países; y la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) se ha referido a nuestros medios en 2019 como “una prensa acorralada, un juego entre violentos y poderosos”.

En el dilema entre los medios y el poder, el periodismo debe estar de parte de los ciudadanos.

Esta es una razón más para preocuparse acerca del futuro del periodismo colombiano porque, como dice Christophe Deloire de RSF: Si el debate político cae subrepticia o manifiestamente en un ambiente de guerra civil, en el que los periodistas se vuelven víctimas expiatorias, los modelos democráticos están en gran peligro”.

Como se ve, hay motivos para exigir, como propone la misma RSF, que se cree el puesto de representante especial del secretario general de las Naciones Unidas para la seguridad de los periodistas, un cargo que debería tener un capítulo colombiano, en vista del aumento de las amenazas y agresiones contra la prensa.

Le recomendamos: Los medios y el gobierno Duque: ¿cómo lo están tratando?

Más allá de las estrategias de sobrevivencia de los medios en medio de una crisis tan severa, o de la imagen de un gobierno, o de una institución particular, o de las narrativas de odio de líderes políticos venidos a menos, está en juego el pacto que asumimos como sociedad.

El soporte de este pacto es la labor periodística, fundamentada en la idea de que el reportero, por encima del medio, no tiene ataduras, y que sus sesgos se borran ante el imperativo categórico de informar siendo leal, ante todo, al ciudadano.

 

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