Por Mario Morales
Lejos de la mente de cualquier colombiano la muy ocurrente idea de que la virtual (el término no puede ser más apropiado) creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación sea un conjuro contra la mala racha que persigue al Gabinete desde que en 2002 quedó conformado por trece carteras. Sì, no hay que ser tan malpensados. Tampoco es concebible creer que aparte de las contiendas en los Juegos Panamericanos. Nuestro país esté compitiendo en número de despachos con sus vecinos del área. Brasil ya suma 23 ministerios; Venezuela, 18; Perú, 16 y Ecuador, 15. Estamos cerca. (Publica el Espectador)

La propuesta la hace la abogada y exministra Martha Lucía Ramírez; pero justo es reconocer que la idea original es, desde 2005, de la economista María del Rosario Guerra, cuando dirigía Colciencias y ya soñaba con tener su propia Cartera.
El proyecto reabre la vieja discusión acerca de si, antes de crear un nuevo ente, esos temas de ciencia y tecnología deberían ser manejados por el Ministerio de Educación, el de Comunicaciones o el de Cultura, aunque éste último sea el primer descartable habida cuenta que está más pobre que el Chocó.
Si desde 2002 aquí cohabitan bajo el mismo techo, la justicia y la política, la industria y el turismo, o el trabajo y la salud, nada de raro tendría que lo de la ciencia y la innovación se lo quisieran anexar otros ministerios, como el Min Minas o el Min Agricultura, a quien dicho sea de paso, no le caería nada mal una porcioncita de educación y de cultura, como quizás propondrían, en su orden, doña Cecilia López y don Salomón Kalmanovitz, luego del fallido debate con el doctor Arias, en torno a las tierras apropiadas por los grupos ilegales.
Pero quizás el problema mayúsculo sea el de conseguir candidatos para tan alto ministerio. Y no es cuestión de rectitud o probidad, cualidades que acreditan una buena cantidad de colombianos, como lo prueba la cifra de 504 profesionales con doctorado sólo en territorio chocoano, según el Dane. El cuello de botella está en la muy escasa retribución salarial que ofrece nuestra agobiado y doliente presupuesto a esa casta de egregios servidores de los fines superiores del Estado. Hoy esos 7500 dólares mensuales en promedio no alcanzan para nada, o para casi nada, a pesar de lo que diga en medio de voladores y buscapiés, y antes de ser rectificado, Oscar Iván Zuluaga. Las renuncias en épocas recientes de Carrasquilla, Junguito, Moreno, Ocampo y la muy diciente de Andrés Peñate, en otro honroso cargo, son campanazos de alerta para quienes disponen del gasto nacional (aunque al referirnos a los cerca de los 285 más altos funcionarios, tendríamos que hablar de inversión).
Para no mencionar a los otros que quieren irse, como el Mintransporte o el mismo Minhacienda (a menos que sean pataletas para que le paren bolas) o los que pueden llegar si el presidente se decide por fin a nombrar un ministro de Trabajo y un ministro de Justicia, así los más osados quieran también uno de Reparación y muy especialmente, uno de Verdad.
Menos mal no los dejan lucirse, porque de lo contrario a las llamativas ofertas que les hace la empresa privada se sumarían las de Chávez y Evo Morales.
Está claro que antes de crear nuevos ministerios u otros altos cargos, hay que hacer competitivos los salarios y las jornadas laborales para evitar la desbandada. Así haya que vender del todo a Isa y a Isagén. No sea que por ahorrarnos unos pesitos, para guiar los destinos del conocimiento y la justicia tengamos que recurrir, como en la Tele, a Jota Mario Valencia y a Jorge Alfredo Vargas, con polígrafo incluido.

Suscribir
Twitter
Visit Us
Follow Me
YOUTUBE
LinkedIn
Instagram