Por Mario Morales

Pese a las torpezas o carencias en la pedagogía y sensibilización del ciudadano de a pie en lo atinente al proceso de paz, hay que reconocer que la comunicación política del presidente Santos frente a sus adversarios ha mejorado en relación con el primer período. (Publica El Espectador)

Logró a punta de globos de ensayo, inflados con anuncios de micrófono o declaraciones polémicas que tocan la fibra nacional, quitarle la iniciativa de la agenda pública al uribismo, que la había liderado a su antojo durante tres lustros, y lo redujo a las explicaciones, justificaciones o reacciones. Hoy, el propio Uribe y sus lánguidos y repetitivos corifeos son víctimas de su propia medicina, reducidos como están a retuitear diatribas cada vez menos influyentes en contra de lo que dice el Gobierno.

Además, esa dosis semanal de fuegos de artificio sobre temas presuntamente insertos en los incipientes acuerdos de La Habana le ha servido al Gobierno para calibrar no sólo a los obcecados extremistas, sino al país político en temas como la refrendación o la gendarmería rural, para no ir más atrás. Encuesta gratuita.

La otra estrategia colateral, en la que es experto Santos, es la ambigüedad. Un ejemplo reciente es eso de “no descartar” que desmovilizados de las Farc tomen parte en la policía rural, que es una forma de decir que lo está contemplando pero sin afirmarlo. Así, provoca la verborrea uribista y del procurador, para luego salir, gambeteando, en retirada, y dejando el tema en el ambiente como clima de fuerza, como lo indican los manuales.

En ese juego hemos caído todos redonditos, y terminamos hablando, con la dosis semanal de “anuncios gubernamentales” sin respaldo en hechos verificables, de lo que quiere el presidente.

El efecto a largo plazo es el desgaste a fuego lento de la oposición para que a la hora de los mameyes no tenga suficiente energía ni argumentos nuevos. Pero el camino es largo. Veremos si le alcanza.

Suscribir
Twitter
Visit Us
Follow Me
YOUTUBE
LinkedIn
Instagram