No se trata de visitar las cavernas más oscuras o cuanto mentidero reciba a los voceros del Gobierno, como dice Gabriel Silva Luján en su reciente columna de El Tiempo. La pedagogía de la paz, y la comunicación que le es inherente, tienen que superar la etapa del cómo y del procedimiento.
cambio de norte

Por: Mario Morales (Publica El Espectador)
En esa fase, si se quiere logística, están enredados el presidente Santos, la MinEducación y el Mintic, porque han descuidado o confundido el ‘qué’ de sus asuntos.

Esa pedagogía antes que nada debe diferenciarse y apartarse de plano de la reactividad a los discursos del odio o escepticismo que resuenan por doquier. Ha de buscar primero a los que no saben, a los indecisos.Debe estar dirigida no solo a influir en la opinión pública, sometida a todos los juegos de influencia actuales, sino enfocarse a interpelar la opinión individual, más enraizada y temerosa, porque como dijo ayer Daniel Pecaut en este diario, “la gente, de manera consciente o no, sabe que la paz significa un costo a veces más alto que la guerra”.

Debe ser menos aspiracional y más racional, pasando de la explicación y exposición al relato y repetición de hechos tangibles conseguidos hasta ahora en el proceso de paz.

Debe estar narrada menos en futuro y más en presente. La comisión de la verdad es un gran anuncio, pero intangible y olvidable hasta que empiece a funcionar. En cambio falta poner en práctica algunos acuerdos y recalcarlos, sin romper la confidencialidad de la mesa. Eso hace la diferencia entre una concesión y una política de Estado que se vuelve irrefutable. Por ejemplo, el desminado.

Debe tener menos discurso y más acción para que sea un sueño colectivo que se comience a experimentar en el hoy generacional. Con más agentes que pacientes. Valga el ejemplo que cita Domenach del millón y medio de voluntarios con los que contó Roosvelt para su New Deal.

En las propuestas, todos, incluso los opositores, tienen la misma opción. En cambio los hechos y sus relatos desde múltiples voces inclinan la balanza ineludiblemente. Esa es la tarea.

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