Comienzan a caer los dinosaurios
La crisis que viven la BBC de Londres y El País de España — los medios de referencia del mejor periodismo británico e hispanoamericano — afecta al periodismo, a los periódicos y a los medios de todo el planeta — más allá del efecto mariposa — justo en el momento cuando parece deteriorarse la relación con sus audiencias en términos de confianza, de credibilidad y de pertinencia.
Por Mario Morales (Publica Razpón Pública)
Puede resultar un diagnóstico reduccionista afirmar así no más que la crisis por la que atraviesa El País — portaestandarte de los periódicos en lengua castellana — es sólo un coletazo de lo que sucede con la economía global y con la crisis de deuda soberana de la Unión Europea. También puede ser insuficiente limitar la serie de escándalos de la BBC a errores de un programa o de un grupo de periodistas. Tampoco sirve como único argumento, tan de moda en los tiempos que corren, señalar a Internet y lo que sucede en la red como directos responsables de la inestabilidad de los medios tradicionales. Una mirada integral que abarca la relación con las audiencias, las narrativas, las estéticas y las prácticas periodísticas, con el momento crítico de uno y de otro medio, permite comprender que los factores que provocaron tales crisis acechan y afectan a otros medios en el Viejo Continente y en Estados Unidos. También podrían llegar en un futuro inmediato a Latinoamérica y a Colombia, cuyos medios masivos, salvo excepciones, siguen estables por ahora en el plano económico, pero padeciendo de múltiples conflictos éticos y legales. Malas noticias en El País de España Los despidos masivos que ya alcanzan a una tercera parte de la planta de trabajadores del diario, así como las jubilaciones anticipadas y la reducción brutal de los salarios de quienes continúan — que recuerdan la crisis de la televisión pública en Colombia, cuando llegó la privada a finales del siglo pasado — no sólo afectan a esos empleados, sino a suscriptores y lectores, quienes de entrada se ven perjudicados por la merma en los contenidos y en la presentación del periódico, pero también están afectando el estado de ánimo de los propios periodistas, de los dueños de los medios y de los anunciantes en todo el mundo: un círculo vicioso. Una cosa es que cierren o decaigan periódicos locales o regionales bajo la presión de la globalización, el monopolio, la escasez de pauta y de suscripciones — lo que ya de por sí resulta lamentable — pero otra cosa es que la crisis toque a la joya de la corona: paradigma de escuela periodística, de industria cultural y de éxito económico durante décadas. Precisamente, ahí delante está un problema económico monumental, que se hace evidente por su carga de desempleo, de menor poder adquisitivo, de familias que tienen que recortar sus gastos para cubrir lo esencial, de quiebras de anunciantes, etcétera. No han sido suficientes los múltiples esfuerzos del otrora poderoso grupo Prisa — propietario del diario — mediante sofisticados ejercicios de reingeniería, explorando alternativas de convergencia, recurriendo a exigir pago por contenidos en la red… ¿Será otro indicio de que las industrias culturales, los medios tradicionales y la publicidad no han logrado adaptarse, no se han transformado ni tienen el liderazgo requerido para una puesta a punto en relación con los retos de la época? La raíz del problema Comencemos diciendo que el problema no es la escasez de audiencias en general. Público para medios y especialmente para periódicos es lo que hay, pues sigue creciendo gracias a la multiplicación de soportes. Las estadísticas hablan de que más de la mitad de la población adulta se une a la lectura de diarios — esa plegaria matinal de la que hablara Hegel — a juzgar por las conclusiones de la última edición de la Asociación Mundial de Periódicos y Editores de Noticias.
El sector se fortalece: desde 2007, la audiencia de periódicos ha aumentado un 4,2 por ciento en el planeta. También se ha incrementado en 1,1 por ciento la circulación de prensa escrita paga, especialmente en Asia y en Oriente Medio, aunque no sucede lo mismo en Europa y Norteamérica. Claro: la gratuidad de Internet echa a perder cualquier modelo de negocio. Pero, ¿entonces por qué fracasa o no crece la prensa gratuita en papel? También se buscan culpables en el campo audiovisual y en las otras formas de uso y consumo de las nuevas generaciones. Por eso, y sin pensarlo mucho, los periódicos impresos se dieron a la tarea de simular en el papel ambientes de consumo o lecturabilidad propio de las pantallas y asumieron como suyas categorías del ciberespacio, más allá del diseño, como la brevedad, la inmediatez, el registro como género patrón y el volcado de contenidos de las redes sociales. ¿Acaso esas estéticas homogeneizadas, esas narrativas de consumo y olvido, y esa idea contradictoria de reemplazar, así sea parcialmente y con la disculpa de la interactividad, al periodista por el ciudadano de a pie, terminaron transmitiendo el mensaje de que los medios y los periódicos ya no son indispensables para gestionar la vida (si es que alguna vez lo fueron, como algunos creemos)? Y si a eso le sumamos los errores, las equivocaciones de buena y de mala fe y la difuminación de la línea que demarca los terrenos éticos por la premura, la presión, la competencia y ese renovado afán de salir a pescar audiencias, el resultado ha sido la pérdida del valor supremo del periodismo: la credibilidad como constructo de todos los demás elementos que lo fundamentan. El caso de la BBC Faltas, contradicciones o incoherencias en el campo de la ética son pan de cada día en el mundillo periodístico, pero que sucedan en un medio faro como la BBC — y a manera de seguidilla — llama la atención por su legendaria tradición con apego deontológico, independencia probada y reconocida, y su ejemplar modelo de sostenibilidad, definido antes que nada como servicio público, que los británicos pagan como una licencia para acceder a un medio televisivo de alta calidad. Los sucesos conocidos y otros que ocurrieron entre telones parecen más las líneas de la escaleta de un mal culebrón:
No son meras coincidencias. Algo tiene que estar pasado en la parte estructural del medio para que los filtros fallaran de manera tan grotesca. Los acontecimientos que rodean la renuncia obligada o las investigaciones contra algunas de las figuras o directivos no sólo tocan la órbita personal de los implicados, sino que ponen en el ojo del huracán la forma como se ha comprendido y emprendido hoy el periodismo de investigación, especialmente el audiovisual; el acceso y legitimación de las fuentes cuando se hacen señalamientos; los tiempos de producción, edición y emisión; la tendencia a espectacularizar en procura de audiencia, y los conflictos de intereses cuando tocan a periodistas.Para no referirnos al conocido caso de News of the Week del imperio Murdock Inquietudes frente al cambio No. Lo que sucede con El País y con la BBC no son casos aislados o efectos determinados por entornos críticos. Son campanazos de advertencia para anunciar que el mundo de los medios, tal como lo conocimos, ya cambió de manera radical. Lo que pase con ellos impactará, por efecto dominó, a los demás en términos de reputación, legitimidad y supervivencia. El hecho de que dos gigantes mediáticos tambaleen al mismo tiempo — así sea por razones aparentemente distintas — da lugar a por lo menos las siguientes inquietudes:
Pero que si no cambiamos, nos “cambian”, — parafraseando al expresidente del Senado, Fabio Valencia Cossio — en todos los sentidos posibles del término. |