Por Mario Morales

Es, por lo menos, defraudante. Que al cabo de tantas promesas y expectativas tengamos que conformarnos con una fasecita de metro en Bogotá es sólo una muestra del tamaño de los sueños de nuestros gobernantes. A ese paso nos vamos a tener que consolar, si acaso, con una rutita circular. (Publica El Espectador)

Algo es algo, dirán los menos pesimistas. Pero confundir conformismo con sensatez nos tiene como nos tiene. Ni siquiera sabemos si se construiría la primera fase completa. Ya dijo el director del IDU que iría hasta donde alcance la plata. Y que todo depende de los alcaldes que vienen. Imagínense.

Y como a todos les pareció fabuloso el desmembramiento del proyecto, ya proponen disminución de estaciones, ampliación de la distancia entre una y otra, etc.

Pero así somos acá. De a pedacitos. Como el cacareado Plan de (Sub) Desarrollo que discutimos mientras terminan de mutilarlo.

El inventario es largo y pasa por vías de calzada y media, semitúneles, minitroncales de Transmilenio, ciclorrutas de una sola cuadra, máquinas tapahuequitos, tercer canalito privado de TV (a costa del único grande de TV pública), trencito a media marcha, aeropuertos que se quedan chiquitos antes de inaugurarse, préstamos disfrazados de becas, radio pública de una sola frecuencia… En fin.

De por medio está el afán de Petro de licitar antes de mitad de año para dejar puesta la primera piedra. Premura que comparte el presidente Santos así sólo haya, mientras no sigan recortando, dinero para la tercera parte del proyecto.

Para Nación y Distrito todo es susceptible de convertirse en pretexto aparte del presupuesto; así que seguiremos discutiendo la viabilidad del metro en relación con calidad del suelo, trauma en movilidad y costo del pasaje, que sube entre más pequeño sea el proyecto.

Amén de variables como el PIB, encuestas, favorabilidad, clima y veleidades del próximo alcalde. Como embolatado…

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