Por Mario Morales
Dos partidas, en medio del proceso de paz, se juega el presidente Santos, frente a la guerrilla y ante la oposición desmadrada, pero hasta ahora con estrategia equivocada, o leak como dicen en póker. (Publica El Espectador).
Con la llegada del nuevo minDefensa ha comenzado a corregir el rumbo. No era viable ni lógico mantener dos discursos frente a la insurgencia. Uno ponderado en la mesa; y otro, un botafuegos intermitente que confundió al mismo gabinete y generó el substrato que tiene enrarecido el ambiente.
Algo similar sucedía con la oposición recalcitrante: Ora mensajes envenenados a Bolívar para que entendiera Santander, ora mensajeros componedores para dar contentillo a la jauría.
El segundo viraje acertado ocurrió este fin de semana con el alineamiento de sus funcionarios cercanos, para encontrar un solo tono y un solo discurso que con firmeza y carácter colmen el espectro de comunicación ante el país. Ya era hora de salirse del juego ambivalente que ha acompañado a Santos durante su muy “dinámica” vida política. Es el momento de ponerse serio para conocer su temple.
Eso sí, sin caer en la trampa provocadora del insulto y la bajeza para arrebatarle a quienes, dentro o fuera de la ley, ostentan el título de malote del barrio. Las peleas, aun a riesgo de quemarse, que las den sus alfiles, con trabajo en equipo y contundencia, como lo hizo la Parody.
El presidente tiene que recobrar su dignidad para entrar de lleno en la primera fase del desescalamiento que es el alto bilateral al fuego. Más que un plazo perentorio, el respeto definitivo a ese preacuerdo sería un ultimátum a la guerrilla para seguir en la mesa. En la siguiente fase no más delitos conexos. Luego las concentraciones… Y todo ello con la verificación de la academia, el Vaticano o los países garantes que reclaman ese paso.
Es hora de definiciones. Santos debe demostrar que detrás del contemporizador loose como dicen los tahúres, había un rock, firme y decidido, a pesar de la complejidad de sus partidas.