Mario Morales

Por Mario Morales

Columnista

Al margen de los resultados, lo que deja el clásico capitalino es una sensación de absoluta desolación y abandono. Ya era exagerado sentir físico miedo en las tribunas de ese estadio obsoleto. Más grave aún cuando no era posible expresar las emociones a favor o incluso en contra de los equipos en contienda. (Püblica El Espectador)

Vino luego, infructuosamente, la parcelación de tribunas para que los fanáticos estuvieran separados. Los pañitos de agua tibia no fueron suficientes para impedir que el problema se creciera hasta el punto de restringir el acceso de una de las dos hinchadas en cada fecha y trasladar la guerra —porque eso es— entre desadaptados —muchos de ellos cobijados bajo el eufemismo de barristas— a las inmediaciones, con la reiterada afectación de los barrios y residentes vecinos.

Pero que sean los mismos barristas quienes establezcan filtros de ingreso para que seguidores del equipo rival no puedan asistir —como se denunció en redes— significa que el problema se salió de madre y es momento de parar hasta que alguna autoridad se haga cargo de semejantes exabruptos que desdicen del fútbol como espectáculo, escenario de encuentro o actividad comercial.

Es tan inaceptable como normalizar acciones de violencia entre lunáticos, más que fanáticos; así sucedió en Itagüí y ocurre todas las jornadas en que riñas y confrontaciones se convirtieron en eventos paisajísticos.

Explicaciones de la responsabilidad de directivos, comunicadores irreflexivos y convocantes en canales digitales hay por montones. Lo que se requiere es intervención inmediata con prevención y disuasión, claro, pero sobre todo en vigilancia y castigo de quienes se apropiaron a las malas, como es proverbial en este país, de uno de los pocos espectáculos masivos que les quedaban a los ciudadanos, hoy cercados por cobros excesivos de un deficiente servicio de televisión y por el miedo que generan quienes demencialmente trasladaron traumas e instintos a tribunas, vecindarios y redes sociales. Si no pueden asistir todos, que no entre ninguno.

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