Por Mario Morales
Se queda corto el presidente Santos al calificar las chuzadas que denunció Semana. No sólo es inaceptable. Es un delito execrable. También y principalmente porque las víctimas son, claro, los negociadores del proceso en La Habana y, por ende, el mismo Gobierno, pero, sobre todo, los colombianos que le apuestan a la paz. Sumado a que los objetivos pudieron ser otros, pudimos ser todos. (Publica El Espectador)
No, no hay y no puede haber ninguna justificación que invoque alguna “ideología racional” para cometer un delito de lesa patria, como hay que considerar este atentado criminal, sin eufemismos ni ambigüedades. No hay lugar para argumentos peregrinos como que es una práctica continuada, o que hay ruedas sueltas, o que se han multiplicado las manos negras.
Hasta ahí el hecho per se, un capítulo que creíamos superado o, por lo menos, restringido en el pasado muy reciente a las legítimas labores de inteligencia propias de un Estado. Pero se agrava hasta el tuétano por venir de donde presuntamente viene.
La institucionalidad, el presupuesto y especialmente la confianza no pueden ser traicionados por una parte de aquellos sobre quienes descansa el deber de proteger a sus compatriotas. Y por quienes en nombre del amor patrio se esconden tras ellos.
El presidente tiene una oportunidad de oro para llegar al centro de la nuez y desenmascarar a los enemigos de la paz y del país, que, agazapados y entre las sombras, se multiplican de generación en degeneración.
Tiene otra para saber quiénes entre quienes lo rodean están con él en la idea de ponerle fin al conflicto. Una más, en continuidad con la anterior, para descontaminar mandos medios y altos.
Pero tiene otra, que ojalá no tome en cuenta, y es victimizarse, esto es, aprovechar esa coyuntura con fines propagandísticos en plena etapa electoral.
Verdad y resultados prontos en esta investigación son su mejor marketing frente a este país que cada vez que quiere levantar cabeza recibe otro golpe desesperanzador.