El país de las maravillas

Uno tiene que preocuparse cuando acabados —o ni siquiera esbozados— los argumentos del Gobierno para enfrentar el descontento de los ciudadanos, se circunscriben a defender eso que llaman “la institucionalidad”, sobre todo si la entienden —y hay quienes se lo creen— como defensa de altos cargos públicos o de quienes los ocupan. (Publica el Espectador)