Por: Mario Morales
Más pronto que tarde el Gobierno debe cerrar el grifo tanto por los plazos como para mostrar seriedad. Que las guerrillas estén sentadas dialogando, al tiempo que abre la expectativa del cese total del conflicto armado, permitirá ver, entre la hojarasca, las otras violencias, que no han emergido, como se dice, para copar los vacíos de quienes dejan las armas, sino que siempre han estado allí, camufladas, aprovechando la humareda de la guerra para pasar de agache.
Pues bien, no es en las mesas o en el micrófono donde Santos y su minDefensa deben seducir con tonitos bravucones a las masas que hoy le dan la espalda, al decir de las encuestas. Esas masas, aquí, al igual que en otras latitudes, y como ha de saber la larga lista de asesores en Palacio, reclaman voz y mano firmes con esas delincuencias parásitas del microtráfico, la extorsión y la corrupción, justo allí donde el Estado no es hoy ni siquiera una bandera.
La añoranza de un padre protector contra esas amenazas invisibles ayuda a explicar en parte la favorabilidad de la gente a ciertas marchas y candidatos, cuando la razón no es suficiente…
Moraleja: Harto trabajo tiene el presidente para cumplir su promesa de paz, eso, si además muestra coherencia política. Se entiende que la aplanadora de la Unidad Nacional defienda del veto al minHacienda, en medio de la rebatiña con la oposición. Pero que después Santos quiera mantenerlo, tras el descalabro de Reficar, sería un despropósito.