Quizás pase, como lo sugiere el diccionario Oxford al elegirla como la palabra del año, que este 2018 quede en la memoria y en la historia con ese adjetivo que se ha puesto de moda: tóxico.

Tal vez esa es la sensación más recurrente cuando miramos hacia atrás en estos días de balances, y que es a su vez origen de esta fatiga inusitada, de este cansancio, de esta saturación insulsa con la que despedimos el año que se va, y que está contenida en ese decir tan sarcástico y exagerado, pero tan común y tan nuestro: “… Y no se hizo nada”, para resumir todo ese desgaste, esa discutidera inocua, esa indignación cansina, ese berenjenal permanente que nos hace creer que giramos como un corcho o que no nos movemos, producto de tanto veneno y de tanta contaminación.

Producto de ese estado de ánimo son casi todos los 12 términos que Fundeu, la Fundación del Español Urgente, tiene como finalistas para elegir la palabra del año. De ellas mi voto sería por “los nadie”, ese plural atinente a las personas invisibilizadas en esta sociedad agobiada e indolente y cuya expresión más vergonzosa para un planeta que se autodenomina civilizado e interconectado es esa masa de casi 300 millones de migrantes.

En el mismo sentido aparece el neologismo “mena” que nace de una sigla increíble e inaceptable para clasificar a los “menores extranjeros no acompañados”. Hay otras palabras, entre las finalistas, que parecieran tener la misma secuencia, causa o efecto de esos fenómenos desoladores, como “nacionalpopulismo”, cuyos coletazos están a nuestras puertas; o “dataísmo”, esa reverencia irracional por los datos y los algoritmos que nos han devuelto al determinismo o al oscurantismo.

Para no citar los vocablos referentes al medio ambiente, tan invisibilizado por las sociedades posindustriales y megaurbanísticas, que refuerzan esa preocupación global, al cabo de estos 12 meses, de que nos estamos quedando sin aire, de que el envenenamiento en las relaciones y las conversaciones públicas nos está llevando al absurdo en las decisiones políticas y personales, sin que se advierta la posibilidad de un antídoto.

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