Una cosa es esa figura de Uribe cansado y envejecido al que, como dice su nueva mejor amiga, Íngrid Betancourt, todo el mundo rechaza, y otra el uribismo que, como doctrina, se niega a desaparecer a pesar del desencanto ciudadano y el temor que levanta, especialmente entre las nuevas generaciones.(Publica el Espectador)

El expresidente fue hábil en sembrar sus semillas y unas cayeron junto al camino y vinieron los santistas y se las llevaron; otras cayeron entre los pedregales del duquismo y como no tenían raíces, llegaron los retos y se quemaron; otras cayeron entre los espinos de los egos de sus seguidores, que solo lo utilizaron en proyectos propios y esas semillas terminaron por ahogarse.

Pero hubo otras semillas, que la parábola bíblica no menciona, que fueron sembradas en otros campos lejanos para que, si la siembra propia no daba fruto, como está sucediendo, se les pudiera manipular genéticamente y hacerlas pasar como distintas, así llevaran incorporado el ADN uribista.

Es el caso del autodenominado Fico Gutiérrez, que, como lo recordó Noticias Uno, no solo creció y se nutrió de la escuela uribista, especialmente de la de la seguridad democrática —cuando era bien vista—, sino que fue su agente propagador y adoctrinante, como lo prueban sus contratos y asesorías en México y Argentina en 2012 y 2013.

Otra cosa es que la sequía política de esas ideas y la falta de buen abono lo hubiesen obligado a tratarse transgénicamente, ocultando sus orígenes para llegar a la Alcaldía de Medellín, tal como lo quiere hacer creer ahora como candidato a la presidencia, negando la savia que corre desde sus raíces.

Cambia la estrategia de exhibir los blasones uribistas, ante la hambruna persistente, por la de parecer independiente. No contaba, eso sí, con que las ramas y los troncos afines a su ideología comenzaran a pregonar, utilizando todas las formas de lucha, que es hijo putativo y alumno y que así lo niegue es el que dice Uribe, aún sin decirlo, utilizando la metáfora de la metonimia. Solo que ahora, acudiendo a las poses y los discursos alambicados, con piel de oveja.

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