Sí, son muchas voces dándole vueltas en la cabeza al presidente Duque. Las de sus jefes, como se sienten hoy todos a la sombra de Uribe, cada día más disminuida. Las de su entorno, ese que le hace creer, a punta de trinos y titulares increíbles, como el del modestísimo periódico L’essentiel des Relations Internationales, que es uno de los líderes que mueve el mundo. Las voces que le llegan de afuera, en forma de órdenes, como las que le remitió el presidente Biden con un subalterno la semana pasada, cuyos efectos pronto veremos, como pasó con el decreto de regularización de venezolanos o con las entidades que califican grado de inversión y que solo miran dígitos e imponen metas. (Publica El Espectador)
Las de funcionarios que perdieron contacto con la realidad y repiten su retahíla lunática, como la del desvergonzado min-Carrasquilla, no obstante su talante de fracasómano, luego de ocho intentos impúdicos de gravar a más contribuyentes y desgravar a más empresas.
Las del país, que le hablan en vano con alertas diarias de todos los colores, a sabiendas de que está mirando para otro lado.
Y la suya propia, esa que le recuerda que quién le manda, Iván, que con lo bueno que la pasaba cuando era simple burócrata, intermediario sin compromisos y de cuyo fulgor solo queda el destello de las luces de ambientación mientras pasa la palabra a otros, doctor Duque, para que llenen esa telehora insufrible, sin aplausos ni palmaditas, su excelencia, como cuando era solo animador de fiestas con discursos, canciones y naipes que tanto gustaban a la amable concurrencia.
Esa voz íntima que no lo alcanza a convencer de no mentir con promesas sobre las remesas de vacunas que este mes, como ya es usual, serán la mitad de lo dicho; que no lo consuela por contradecirse con igual vehemencia, en apenas nueve meses, sobre la in(conveniencia) de una reforma tributaria o de trabajar por la paz.
Que hace la cuenta regresiva para que le llegue la hora de vacunarse de esa pandemia en la que lo metieron, presidente, haciéndole creer que iba a mandar y no a soportar órdenes, regaños y burlas de un país unánime solo en no tomarlo en serio.