Por: Mario Morales
Seguramente muchos celebrarán. Y correrá el vino a montones. Con el incremento de sanciones a conductores borrachos se cerrará con la “conciencia tranquila” el 2013. Tal y como sucedió con la propuesta de cadena perpetua a violadores, o como con tanto proyecto que deposita la fe en la fuerza de la palabra escrita y legislada. (Publica El Espectador)

Y ya. Habrá contentillo por la flamante “solución” a otro problema, mientras a alguien se le ocurre elevar penas a victimarios del maltrato familiar, a actores armados en riñas callejeras, a lanzadores de ácido, a responsables de paseos millonarios, a la doble militancia, al ausentismo, a las faltas disciplinarias…

Mientras tanto, ellos, los culpables, seguirán clonando pases, amnistiando multas, conduciendo ebrios, golpeando mujeres, desfigurando amantes, robando y atracando, saltando de partido en partido, cerrando y abriendo contratos y haciendo como que trabajan, confiados en que siempre la trampa antecederá a la ley y que la benignidad de las rebajas superará cualquier demanda.

Pero no importa; los ciudadanos se sentirán representados, los medios se proclamarán héroes de la justicia nocturna, y los denunciantes se reivindicarán como constructores de una patria nueva.

Sí, nueva, porque este país que se estrenaba con cada presidente y con cada congreso, entró en la onda de remozarse cada año pero no a fuerza de obras, sino a punta de leyes, proyectos y reformulaciones.

En esa lógica maníaca, 2014 será pródigo en reformas que irán desde las “competencias” del procurador, hasta las estrategias jurídicas para defender las islas, pasando por la pertinencia de la Vicepresidencia, la reelección, la restitución de tierras, la reinserción de la insurgencia y, de pronto, eso sí, sin necesidad cambiar los apellidos de los legisladores.

Sobre el papel, el país será otro; pero allá afuera, seguiremos repitiendo el pasado: requiriendo leyes duras para tener de qué burlarnos… Como borrachos.

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