Por Mario Morales
Por fin llegó la campaña al tema diferenciador, el de la paz. Por más quites y trapisondas que hicieron el uribismo y Zuluaga, el candidato del zigzag, a la decisión más importante del país en su historia reciente, no tuvieron más remedio que afrontarlo y lo hicieron fieles a su estilo: Entre sombras, reversas y contradicciones. Con intención, por supuesto, para cambiar de postura y cautivar incautos desinformados. (Publica El Espectador)
A escasos 10 días, Santos ha recuperado la iniciativa en las corrientes de opinión con avanzadas en lo político, propagandístico y publicitario. Confundido, el uribismo solo ha atinado a ripostar con las sobras que dejan las agendas del fin conflicto.
Las piezas publicitarias y la propaganda política de Santos lo han dejado ver seguro y concreto, muy a pesar del doble moralismo que obligó a sacar del aire, slavo en el Canal Institucional, la cuña que interpreta el sentir general, cuando Santos pregunta a madres y padres si prestaría sus hijos para la guerra. Sí, el servicio militar es hoy obligatorio; pero decidir si las futuras generaciones deben “prestarlo” es voluntario.
Pero hay, entre muchos, 3 factores que pueden incidir en los resultados:
1.-El estado de ánimo nacional, más allá de los triunfos ciclísticos o futbolísticos. Allí en la percepción, que es emotiva, sobre el proceso de paz y sus beneficios sociales presentes y futuros, se juega la participación masiva en las urnas, ante el tremendismo y catastrofismo de la extrema derecha.
2.-La posición de las Farc frente al oportunismo de Zuluaga. No obstante, cualquier declaración impertinente puede causar efecto contrario. ¿No es hora ya de ordenar cese al fuego unilateral mientras haya diálogos?
Y 3.-La posición de los altos mandos de la fuerza pública que deben ordenar que no haya participación ni injerencia de sus efectivos en ninguna parte.
Una cosa es votar en medio de la zozobra fanática del uribismo, pero en condiciones “normales” no hay pretexto para no votar por la paz.