Por Mario Morales
No se podrá quejar el presidente Santos del momento emocional que vive el país, que lo catapulta y le extiende un cheque en blanco para el inicio de su segundo mandato. Ese 70% de imagen positiva que reporta la encuesta del Centro Nacional de Consultoría no se lo esperaba ni el más optimista de los hinchas de su campaña. (Publica El Espectador)
Luego del calvario que vivió entre primera y segunda vueltas por cuenta de las deficiencias de ejecución en sectores claves, reiterados errores comunicacionales, propaganda sucia y el reacomodamiento político, burocrático y (por qué no decirlo) clientelista, los indicadores de percepción y aprobación se incrementaron en más de 25 puntos porcentuales. Y todo en tres semanas.
Difícil saber cuántos de ellos corresponden al desempeño de la selección, cuántos a los indicadores económicos —especialmente de empleo—, cuántos a lo acordado en La Habana y cuánto pudo haber descendido después de la derrota ante Brasil, toda vez que el trabajo de campo del sondeo se hizo en los días previos a esa instancia, que fueron los de mayor efervescencia.
Nunca habíamos gozado tanto juntos, pero tampoco nunca habíamos pasado por un trance tan duro como la eliminación, cuyo guayabo estará ahí, por lo menos, hasta una semana después del certamen orbital. Y eso resta.
Como restan la mordida inexcusable al presupuesto de Colciencias —sin que haya habido reacción o reparación— y la rebatiña politiquera por los ministerios y nombramientos en otros cargos de primera línea.
Ya no tiene excusa este gobierno. Pidió tiempo y lo tiene. Pidió respaldo y lo tiene. Ahí está ese 64% de encuestados que creen que los diálogos sí van a resultar. Además no tiene que ahorrar en favorabilidad para lograr resultados con decisiones que no sean del todo populares.
Ojalá Santos haya aprendido la lección y se deje de ambigüedades, contemporizaciones, patrasiadas e improvisaciones, sellos de su primer gobierno. Lo tiene todo servido en bandeja…